(Por: Alba Fernández Zabala)
Llega el momento de viajar y te dirigís hacía la terminal. Cuando llegás, el micro aún no está, “viene con unos minutos de retraso” te avisa el de la boletería. Siempre igual. El colectivo llega después de media hora. Buscás el asiento que te tocó pero no lo encontrás, estaba frente a tus ojos, pero le faltaba el número, está un poco roto y con tierra, hay una gran cantidad de asientos así. Te acomodás en el lugar y comienza el viaje.
El aire está tan bajo que te congela el cuerpo, te entumece las extremidades y te desgarra la garganta. Ves cucarachas y otros tipos de insectos en diferentes sectores del colectivo: pasillos, asientos, salidas de ventilación. Alrededor nadie le da importancia, algunos ni siquiera se dan cuenta. Hay un cartel de led donde está señalada la velocidad máxima en la que puede transitar el vehículo, escrito en rojo el cartel marca noventa kilómetros por hora, cada vez que se excede esa velocidad comienza a sonar una alarma, un agudo pitido que avisa que se superó la velocidad permitida y el cual no para hasta que el micro desciende a noventa o menos. Es un sonido tan repetitivo y molesto que no te deja pensar en otras cosas hasta que en un determinado momento se te termina incorporando en el cerebro a tal punto de naturalizar el sonido y al aparato que hace un rato no te dejaba deliberar. Las luces del colectivo están apagadas y varios duermen, se escuchan ronquidos y un bebé llorando al fondo. Diferentes olores rodean el espacio, la mayoría poco agradables. Estás por llegar al lugar de destino, la terminal. Con el cuerpo entumecido por el frío y las tantas horas que estuviste sentado lográs pararte y te bajás deseando que esa experiencia nunca se vuelva a repetir.
Varios fines de semana al mes los estudiantes vuelven a sus ciudades para visitar a sus familiares, descansar del estudio y las responsabilidades. También hay varias personas que tienen que viajar para hacerse estudios u operarse ya que en su ciudad no cuentan con los recursos o materiales necesarios para sus necesidades y los colectivos que hacen el recorrido de 9 de julio a La Plata o Buenos Aires y viceversa se encuentran en un estado deplorable. Asientos rotos, sucios, algunos que no se reclinan y con falta de numeración, pisos asquerosos, a veces cucarachas, otros tipos de insectos y baños poco higiénicos son cosas habituales en estos vehículos.
Muchas personas se han quejado del estado de los micros. Los colectivos no son mantenidos ni los envían a servicios mecánicos (por lo cual muchas veces las personas han quedado varadas en el medio de la ruta por desperfectos técnicos).
De 9 de julio a La Plata y viceversa solo hay colectivos de una sola empresa, siendo las personas obligadas y coartando de esta forma la libertad de elección, por lo que deben viajar si o si en ese vehículo o pagar por una combi, la cual resulta poco accesible para personas con bajos recursos económicos ya que los estudiantes tienen un veinte por ciento de descuento en esos colectivos y no les termina saliendo tan caro el viaje. Aunque a los estudiantes como a otras personas les hagan un descuento, el costo del colectivo no cumple con las necesidades básicas ni con las reglas de higiene, lo cual hace que sea bastante costoso para el servicio que les ofrecen a las personas que viajan.
El monopolio de la empresa destinada a viajar a estas localidades impide que las personas tengan otra alternativa con la cual viajar a sus respectivos destinos. Debería haber más opciones, también deberían controlarse el estado de los vehículos, es un transporte privado, el cual se paga y se tendría que exigir el cumplimiento de las normas de higiene y seguridad.
Creo que la empresa de colectivos está muy lejos de “estar a la vanguardia de las empresas de transporte de larga distancia de nuestro país, brindando a sus pasajeros un nivel de excelencia, ya que seguridad, confort, servicio y trayectoria no son solo parte de su slogan, sino que son parte de su filosofía de trabajo”. Las personas merecen viajar en vehículos que estén en buenas condiciones, higiénicos y con un personal que haya recibido una buena capacitación. Una empresa que se preocupe por el bienestar de la gente y no solo en el dinero que pueden generar. Que ofrezcan un buen servicio y cumplan con lo que prometen. Un servicio que esté al nivel de lo que le cobran a cada persona por viaje.