Antonio Mariano Gelabert, alias “Toto”, trabajó más de 50 años de mozo. Generaciones enteras lo recuerdan con cariño y nostalgia. Siempre con la palabra justa, se abrió a un reportaje para nuestro semanario.
Luego de tocar timbre, me vinieron a la cabeza cientos de recuerdos de la persona a la cual iba a entrevistar, recuerdos de largas reuniones con amigos en La Subasta, cuando lo único que nos interesaba era saber que haríamos esa noche. No estábamos pendientes del dólar o la tasa de interés. Volví a tocar el timbre y una señora muy amable me atendió. Le expliqué que buscaba a “Toto” para hacerle una entrevista, que el nombre no lo recuerdo porque para mí siempre fue “Toto”. Luego de esbozar una pequeña sonrisa y, entre titubeos y dudas, la señora me hizo pasar a la cocina y, casi con un murmullo, me dijo que tomara asiento. En la pequeña cocina se apreciaban algunos recuerdos colgados en la pared, y, por la ventana que daba a la calle, se escuchaba la música de una casa vecina.
“Ya viene…” aseveró su esposa mientras acomodaba algunas cosas en un mueble de dos cuerpos. Entonces por el pasillo que daba a la habitación apareció “Toto”, con su andar cansino, su amabilidad de siempre y la sonrisa característica de las buenas personas.
-Hola Toto, le voy a hacer una entrevista-le dije. Usted es recordado por varias generaciones debido a su tarea como mozo y en el semanario pensamos que estaría bueno charlar un poco y publicarlo. “De acuerdo, charlemos…” me dijo mientras me invitaba con unos mates.
“Yo empecé a trabajar de mozo a los 12 años en el Hotel Central, ubicado en Robbio y Mitre, y luego de trabajar un tiempo en el comedor del Hotel, me fui a trabajar al Bar que estaba ubicado en la terminal de colectivos” asegura. Luego de su paso por la terminal, Gelabert comienza a trabajar con Escudero, quien tenía un restaurant con especialidades en pastas ubicado en Vedia y Cavallari. Más tarde, conocería a la persona que le marcó su destino… “Me vino a buscar Alberto Benarós, el famoso “Chiche”, y me llevó a trabajar al Chiche´s Bar, sobre la calle Libertad. En esa época se trabajaba mucho, y con gente de categoría, Chiche Benarós sabía muy bien lo que hacía, manejaba perfectamente el negocio, tal es así que también se hacían servicios de comida para otros lugares” continúa recordando Toto. Las vueltas del destino hicieron que estuvieran ligados uno a otro, ya que el Bar se trasladó a la vereda de enfrente por una cuestión de tamaño, “Ya nos había quedado chico el local” asegura Toto y agrega que “En ese local ya estaban Carlitos y José, los hijos de Chiche”. Luego de un tiempo, y nuevamente por cuestiones de tamaño, la familia Benarós decidió comprar el edificio de Carmelo Martínez, quien comercializaba productos de ferretería y cuyo nombre era “La Subasta”, ubicado en Robbio y La Rioja, donde funciona actualmente.
En ese local, “Toto” Gelabert permaneció por más de 20 años, siempre trabajando de mozo “Porque a mí me gustaba tratar con la gente, aunque había momentos que me venía abajo, porque iban algunas personas que no eran buena gente, eran contados, pero cuando llegaban al negocio se me complicaba” aseguraba Gelabert.
Y allí, en “La Subasta” se desarrolló gran parte de su vida, ya que “Entraba a las seis de la tarde y eran las seis de la mañana y todavía estaba adentro del negocio, porque gracias a Dios yo tenía bastante aguante…” sonríe Toto.
Pero un día llegó el momento del retiro, de la jubilación… “Y te puedo asegurar que hasta el último día me acordaba de memoria cuando me hacían los pedidos, me acordaba todo” afirma Toto, y se toma su tiempo para hablar de sus compañeros… “Todos excelentes personas, había muy buen personal en La Subasta, y Carlitos es excepcional como persona y además maneja muy bien el negocio” asegura.
Hoy sus días transcurren entre las habituales caminatas diarias “recomendadas por el Doctor”, en la cual “Siempre me saluda mucha gente”, también alguna charla con su compañera de la vida y los recuerdos de sus vivencias, un hombre que hizo que todo el que lo conoció en La Subasta lo recuerde como un buen tipo, siempre con la palabra justa y con la bandeja en la mano, su fiel compañera de toda la vida.