Solemos tener la idea equivocada sobre cómo se siente tomar las decisiones correctas. En nuestro ideal, cuando tomamos buenas decisiones, “supuestamente” tenemos que sentirnos contentos, porque en teoría, son decisiones que se toman de forma correcta. Pero no todas, traen paz y felicidad. A veces, traen mucha tristeza, pérdida y angustia. Éste, es un cambio de perspectiva que nos debemos como sociedad, tratar de cambiar eso cultural que tenemos arraigado desde que somos niños.
A veces, tenemos que decidir por un bien común más allá de los propios intereses. A veces tenemos que poner primero los intereses propios que el bien común. A veces duele, a veces se siente como cometer un error o fracasar, pero, en el fondo, sabemos que es lo que debemos hacer.
Terminar una relación, dejar/abandonar una carrera, renunciar a un trabajo, mudarte, regresar a la casa de tus papás… tomar decisiones difíciles cuesta mucho trabajo. Es imprescindible que reconozcas ésta dificultad, y que hagas lo mejor que puedas y te salga con lo que tenes.
Las decisiones correctas a veces son difíciles, pero recorda, que sobre todas las cosas, te estás haciendo un bien aunque duela. Escucharse, respetarse, tomarse el tiempo para uno y auto-valorarse son las cosas más importantes a la hora de atravesar una situación así. Debemos darle a las emociones el espacio que necesitan para poder volver a reponernos.
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