14 May 2025
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River-Boca: otro superclásico

Aunque ya clasificados a los octavos de final y sin urgencias en la tabla, River y Boca jugarán esta tarde un nuevo superclásico con el peso simbólico de siempre. El partido comienza a las 15:30 en el Monumental, en un escenario que, más allá de lo deportivo, confirma una tendencia irreversible: desde hace casi tres décadas, no hay más transferencias directas entre ambos clubes. Desde aquel pase de Sebastián Rambert en 1997, ningún jugador cruzó de una vereda a la otra sin escalas.

Los superclásicos son partidos imprevisibles. No tienen sismógrafos que anticipen goles épicos o desenlaces inolvidables. Pero hay algo que sí se puede predecir: ninguno de los 22 titulares tendrá pasado inmediato en el rival. El último que lo hizo fue Rambert, en septiembre de 1997, y pagó el precio. River colgó una bandera que aún se recuerda: “Vacunen a Rambert. El Macri fracaso es contagioso”.

Desde entonces, el muro simbólico que separa a los dos gigantes del fútbol argentino se volvió infranqueable. La rivalidad creció al punto de cancelar incluso la posibilidad de una negociación directa. Ni siquiera casos leves, como el de Marcelo Saracchi —hoy defensor de Boca, con pasado en River—, o el de Facundo Colidio, surgido en las inferiores de Boca pero sin debutar en Primera, reabrieron esa vía.

La historia reciente muestra más ejemplos: Lucas Pratto, Jonatan Maidana, Nicolás Bertolo, Bruno Urribarri, Tomás Pochettino. Todos ellos jugaron en ambos clubes, pero sin pasar directamente de uno al otro. El número total de futbolistas que vistieron ambas camisetas supera los 100, pero lo que ya parece imposible es repetir un pase directo.

Rambert lo vivió en carne propia. En septiembre de 1997, cruzó de Boca a River por 3,6 millones de dólares. El traspaso se selló en las oficinas xeneizes con Mauricio Macri, Pedro Pompilio y José Cirilo de un lado; Mario Israel y César Traversone del otro. Apenas ocho días antes, el delantero había jugado su último partido con Boca, en un 4-2 a Argentinos Juniors que también quedó en la historia: fue la única vez que coincidieron en cancha Diego Maradona y Juan Román Riquelme. Y también el día del tercer doping positivo de Diego.

Apenas 48 horas después de firmar, Rambert debutó con la camiseta de River y convirtió un gol en la victoria 3-2 ante Santos por la Supercopa. Pero la tensión estaba instalada. “Cuando llegué, en el puente de Udaondo había una pintada que decía ‘Vacunen a Rambert que viene de Boca’”, recordó años después. La bandera de la hinchada, mostrada incluso antes de que se concretara el pase, ya advertía el clima: “El Macri fracaso es contagioso”.

Rambert no tuvo en River el rendimiento esperado: convirtió 8 goles en 63 partidos. En su único año en Boca había hecho más del doble: 19 goles en 45 encuentros. Sus únicos tantos en superclásicos fueron con la camiseta azul y oro, en un 4-1 veraniego jugado en Mendoza. A pesar de eso, con el tiempo confesó que se sintió más cómodo en Núñez: “River era un club en armonía, con títulos. Boca estaba lleno de problemas”, recordó. Era el Boca anterior a la llegada de Bianchi.

El caso Rambert hoy parece irrepetible. De hecho, no ocurrió nunca más en el siglo XXI. Pero en los años ‘80 y ‘90 fue más frecuente. El pase que habilitó esa “moda de infidelidades” fue uno de los más polémicos de la historia: en 1985, Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca pasaron de Boca a River, mientras Julio Olarticoechea y Carlos Tapia hacían el camino inverso. En los doce años siguientes se produjeron doce transferencias directas, entre ellas nombres como Batistuta, Da Silva, Gamboa, Cedrés o Berti.

Más atrás hay casos aún más curiosos: en 1939, Ricardo Stagi jugó un partido para River en la primera rueda y tres para Boca en la segunda. En 1965, Roque Ditro pasó de Boca a River sin generar gran revuelo. Pero desde los años ‘80, con el crecimiento mediático del superclásico y la radicalización del sentimiento de pertenencia, la “traición” empezó a tener consecuencias.

El duelo de esta tarde, en principio, no define nada. Pero podría ser el preludio de un nuevo cruce más decisivo: si ambos avanzan, podrían reencontrarse en cuartos de final del torneo. Sea hoy o en el futuro cercano, hay algo que parece inamovible: no habrá “Ramberts” en el horizonte.

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