Cuenta la mitología griega que Ulises navegaba tranquilamente cuando se dio cuenta que delante estaba la isla de las sirenas, con su canto tan delicioso como mortífero. Dice la Odisea, que la Diosa Circe les había dicho que si se acercaba a las sirenas el barco chocaría con las piedras y encallaría y Ulises moriría. Le sugirió atarse a un palo del barco, y tapar de cera los oídos de la tripulación, a sabiendas que iba a suplicar que lo desataran. Así fue, gritó y suplicó que lo desataran pero nadie lo escuchó, saboreó el canto de las sirenas, pasó el peligro y Ulises se salvó.
Lo que salva a Ulises parece surgir de una decisión racional, tomada en el contexto de placer inmediato, escuchar las melodías de la sirena y el costo posterior, en este caso la muerte.
Esto se conoce en la vida diaria como compromisos, si no quiere comprar alimentos que engordan, vaya al súper después de almorzar…o cuando compre cigarrillos, anualice el gasto, pero cuando compre algo necesario, mensualice el gasto…
Ahora, en Economía de comportamiento, choca contra el sentido común, que dice más o tener más opciones es mejor que tener menos, pero resulta a veces que tener menos es más y a veces es preferible tener menos opciones o de alguna manera restricciones. Estas autolimitaciones hubiesen llevado a Ulises, a no pasar por el sufrimiento de tener que atarse y el “sufrimiento” de evitar la Isla de las Sirenas, y pasar por otro lado, aunque de hecho no existiría su capítulo, en la Odisea de Homero. Que hubiese pasado si Adán y Eva no hubiesen sabido de la Manzana…
Estos temas de racionalidad nos ponen en un tema que valdría la pena discutir. Como actúan nuestras pasiones a la hora de tomar decisiones racionales, o lo que es lo mismo como nos comportamos racionalmente, estamos movidos por las emociones.
Hemos vivido esta semana dos momentos diferentes pero que dan una muestra, el 17 de Octubre, llamado de la lealtad peronista y el otro día recordatorio del aniversario de los 10 años de la muerte de ex – presidente Kirchner. Es difícil pensar que todos piensen lo mismo cuando se habla de Perón, es caso de una pasión y no racional. Y en otro caso, ver al presidente tan emocionado, emociona.