“Alto en calorías”, “Alto en sodio”, “Alto en grasas saturadas”: esto dicen los alimentos en México y Chile, países que han implementado el etiquetado frontal en sus productos ultraprocesados. Argentina todavía no, a pesar del esfuerzo de diversas organizaciones. Una de ellas, la Coalición Nacional para Prevenir la Obesidad en Niñas, Niños y Adolescentes, denuncia en un informe que las industrias argentinas «se ven obligadas en gastar millones de dólares en lobby en el Poder Legislativo» para que sus ventas no se alteren por esta medida.
El etiquetado frontal de los alimentos hace referencia a la información que se imprime en el frente del envase de un producto con el fin de brindar información simple, clara, bien visible y fácil de leer respecto al contenido de nutrientes. Dicha información no debe ser falsa, equívoca o engañosa.
Las políticas de etiquetado frontal más recomendadas por la evidencia exigen a los fabricantes de alimentos incorporar un signo de advertencia en los envases de productos con alto contenido de sal, grasas y/o azúcar. La advertencia consiste en un símbolo negro de “stop” que dice “alto contenido de…” o “exceso en….” y el nutriente crítico que el alimento posea en exceso.
Este sistema de etiquetado fue respaldado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) por ser el que mejor advierte sobre la presencia de nutrientes críticos en los alimentos y bebidas y, por ello es el sistema más efectivo para garantizar el derecho a la salud, a la información y a la alimentación saludable.
Pero a las industrias argentinas este sistema de etiquetas parece ponerles en jaque las ventas de sus productos ultraprocesados, por lo que se ven obligados en gastar millones de dólares en lobby en el Poder Legislativo, según un informe de la Coalición Nacional para Prevenir la Obesidad en Niñas, Niños y Adolescentes.
«Las empresas han venido mostrando interés en financiar proyectos para investigar posibles efectos de distintos productos alimentarios en la salud. Este aspecto adquiere especial relevancia en un contexto como el actual, donde la financiación pública para la investigación transita tiempos de austeridad presupuestaria. El objetivo de la industria alimentaria no se limita solo al avance científico, sino también a razones comerciales, lo que a veces puede conllevar conflictos de intereses por su influencia en los temas a investigar, las políticas de salud pública sobre alimentación o, incluso, los resultados y las conclusiones de estudios científicos«, indica la organización.
«Se ha constatado intromisión de la industria alimentaria a través del financiamiento de eventos académicos y científicos como jornadas, congresos, cursos de posgrado, talleres, etc«, agrega.
La introducción de argumentos que cuestionan estas políticas sirven para obstaculizar el avance de la discusión. La gran mayoría de los cuestionamientos no tienen respaldo científico.
Algunos argumentos desmentidos:
El sistema de etiquetado frontal de advertencia no es efectivo.
Los estudios realizados a los 6 y 10 meses de implementada la Ley de Etiquetado en Chile muestran que el 68% de la población comprende los sellos y que las compras de bebidas azucaradas y cereales disminuyó en 25% y 9% respectivamente.
A su vez, otro estudio con un diseño de corte cualitativo realizado al año de implementación de la ley, concluyó que los niños mostraron una actitud positiva y se convirtieron en promotores del cambio hacia una alimentación más saludable al interior de sus familias.
Las políticas de etiquetado frontal de advertencia no logran mejorar la alimentación de la población porque los ultraprocesados no son la principal fuente de alimentos que aportan nutrientes críticos en la población argentina.
La Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) considera que es necesario avanzar en la regulación de los alimentos procesados y ultraprocesados para reducir los crecientes niveles de obesidad.
El último informe de OPS sobre las ventas de ultraprocesados en la región señala que Argentina es el tercer país con mayores ventas de productos ultraprocesados detrás de Chile y México.
Estos productos representan un aporte de casi 500 kilocalorías diarias, liderado por galletitas (31,4%) y gaseosas azucaradas (25%).
Un trabajo publicado por el Centro de Estudios Sobre Nutrición Infantil (CESNI) que describió los cambios en el patrón alimentario en las dos últimas décadas en Argentina que la cantidad y proporción de energía proveniente de productos ultraprocesados aumentó en un 53%, y que el aporte de azúcares libres a partir de estos productos se duplicó principalmente por el aumento del consumo de gaseosas (el cual se duplicó), jugos industrializados y galletitas.
La nutricionista e investigadora de la Fundación Interamericana del Corazón Argentina (FIC Argentina), Victoria Tiscornia, le dijo a Radio Nacional a medidados de 2019 que “hoy no se regula el etiquetado frontal de alimentos en el país, por lo que es urgente avanzar en esto como parte del paquete de medidas que se deben aplicar para la prevención de la obesidad”.
Hoy el etiquetado argentino contempla una tabla más que pequeña en la parte dorsal de cada paquete. Siempre de difícil lectura y sin aclarar cuales son las cifras a tener en cuenta, solo números al azar que solo entiende un médico.
Qué son los alimentos ultraprocesados
Un alimento ultraprocesado es aquel que se elabora a partir de ingredientes procesados y no contiene ingredientes frescos o que puedan identificarse en su presentación final.
Entre sus ingredientes predominan ingredientes procesados tales como almidón, azúcar, aceites, sal y además, están presentes en su composición variedad de aditivos industriales que no podemos comprar en tiendas con facilidad. Por ejemplo, la mayoría de sus ingredientes son conservantes, estabilizantes, resaltadores del sabor, colorantes, aromatizantes, emulsionantes.
Los productos ultraprocesados normalmente contienen cantidades elevadas de sodio, azúcares libres y grasas, todos ellos nutrientes críticos que son añadidos en la fabricación. Su consumo regular conlleva al desarrollo de sobrepeso y obesidad, lo que a su vez puede desencadenar enfermedades crónicas, cardiovasculares, cáncer, diabetes y afectar al desarrollo económico de las próximas generaciones.
(Urgente 24)