Solemos hacer a fin de año un balance con las cosas que pudimos realizar, las que no, los proyectos que tuvieron que postergarse y los que cancelamos por mero deseo que saber que no valía la pena seguir sosteniéndolos. Por consecuencia, en Enero cuando arranca el año, tratamos de armar nuevos proyectos para llevar a cabo en el transcurso de los meses que faltan.
La mayoría de los objetivos son tangibles, podemos/queremos verlos, pero a veces, nos olvidamos de los propósitos emocionales, o simplemente no le damos tanta importancia como deberíamos.
Ahora bien, ¿Cuáles podrían ser? Por ejemplo: no volverme a fallar por nadie; no callar nada por miedo a la reacción de la otra persona; hacer más caso a las propias señales, ya que normalmente no suelen equivocarse; rodearse solo de gente que aporte tranquilidad mental; respetar los propios límites, pese a que muchas veces sea duro; darle oportunidades solo a las personas que demuestren que realmente las quieren aprovechar; seguir trabajando en el amor propio (ya que es una carrera de fondo que nunca termina); no regalar tiempo a personas que no lo merecen; o invertir las energías solo en personas que estén dispuestas a invertir las suyas en nosotros.
A veces, no tomamos dimensión que nuestro bienestar es lo más importante, ya que de lo contrario, si nosotros no estamos en equilibrio con nosotros mismos, es imposible ayudar o acompañar a otro.
Tratemos en el 2022 armar más proyectos que incluyan mejorar desde el interior. De seguro habrá que trabajar duro (como para lograr cualquier otro objetivo), pero los resultados finales, a veces son los más gratificantes.
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