14 May 2025
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Nueve de Julio

Pese al respaldo público, el FMI se impacienta por la marcha del nuevo esquema cambiario

Aunque el respaldo internacional se mantiene firme, el Fondo Monetario Internacional comienza a mostrar señales de impaciencia por el desempeño del esquema cambiario implementado por el gobierno de Javier Milei. La estrategia oficial apunta a mantener el dólar en la parte baja de la banda —cerca de los $1.000— para contener la inflación, pero el Banco Central sigue sin comprar reservas, lo que tensiona el corazón mismo del programa acordado con el organismo.

Con esmero y visibilidad, tanto el FMI como la administración de Joe Biden —en particular, su ala económica más afín a los mercados— reiteraron su respaldo al gobierno argentino durante la asamblea conjunta del FMI y el Banco Mundial, celebrada esta semana en Washington.

El apoyo más explícito vino del secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, quien afirmó que “Argentina merece el respaldo del FMI porque está logrando avances reales en el cumplimiento de las metas financieras”. Incluso sugirió que podría activarse una línea especial de financiamiento a través del Fondo de Estabilización Cambiaria (FSE), si se produce un shock externo y “si Milei mantiene el rumbo”.

La cuestión de mantener el rumbo fue también abordada por la directora del FMI, Kristalina Georgieva, en un comentario que generó revuelo. Rompiendo con la habitual neutralidad institucional, se refirió al escenario político local: “El país va a elecciones en octubre. Es muy importante que la voluntad de cambio no se descarrile. Yo le pediría a la Argentina que mantenga el rumbo”. Al día siguiente, matizó sus dichos: aseguró que no buscaba influir en los votantes, sino advertir a las autoridades sobre el riesgo de relajar las reformas en año electoral.

¿Flota o se hunde?

Las reiteradas apelaciones a mantener el rumbo revelan una preocupación creciente en Washington y en el FMI: que el gobierno argentino no esté dispuesto a dejar que el dólar flote dentro de la banda de $1.000 a $1.400 —una de las condiciones centrales del nuevo acuerdo— y que prefiera sostener el tipo de cambio en el piso para evitar una nueva ola inflacionaria antes de los comicios. El Fondo empieza a percibir esa intención con inquietud.

El problema es que esa estrategia compromete el verdadero objetivo del programa: la acumulación de reservas por parte del Banco Central. La necesidad es urgente, ante los vencimientos de deuda con bonistas, organismos multilaterales e incluso el propio FMI en los próximos meses. Pero desde que se abandonó el crawling peg y se lanzó la nueva política cambiaria, el BCRA no ha realizado compras netas de divisas en ninguna de las ocho ruedas transcurridas. El mayorista tocó los $1.070 y luego repuntó, pero el comportamiento oficial refuerza la sospecha.

A pesar de las advertencias, el equipo económico acelera la presión sobre los exportadores para que liquiden divisas cuanto antes, sin especular con una devaluación. Ese fue el mensaje que los asesores del ministro Luis Caputo transmitieron a los referentes del agro en el tradicional acto de Rosario, donde se remató el primer lote de soja de la campaña 2024/2025.

En paralelo, el Fondo sigue de cerca cada movimiento. Durante la asamblea de Washington, Georgieva se mostró en fotos con todos los ministros visitantes, pero le dedicó más de una hora de reunión privada a Caputo, al presidente del BCRA, Santiago Bausili, y al resto de la delegación argentina. Según publicó en redes, fue para “obtener información actualizada sobre el progreso del programa”. En otras palabras, una verificación de que Milei mantiene el rumbo, como lo expresó Bessent.

Una meta ambiciosa

La desconfianza del FMI no se basa solo en los gestos. También pesa la dimensión del compromiso: el acuerdo prevé que entre fines de marzo y mediados de junio las reservas del BCRA aumenten en U$S 4.400 millones, sin contar los DEG enviados por el organismo. Pero, según la consultora 1816, como marzo y abril fueron meses negativos en términos de reservas, el objetivo real para el período entre el 15 de abril y el 13 de junio —cuando se hará la primera revisión del nuevo acuerdo— asciende a U$S 6.700 millones.

¿Alcanzarán los aportes de organismos internacionales? ¿Liquidará el campo a un tipo de cambio que permanece anclado en la parte baja de la banda? Esas son las preguntas que se hacen en el FMI. Las respuestas, por ahora, son inciertas.

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