Seguramente, cuando te preguntan cómo te imaginás una “relación perfecta”, lo primero que se nos ocurre es una relación en la que no hay argumentos de pelea, no hay conflictos y todo el tiempo hay felicidad. Ahora… ¿Existe ese tipo de relación? ¿Conocés a alguien que la tenga? Si la respuesta es sí, es probable que no sepas el 100% de la historia o del día a día, ya que no existe la relación perfecta. O mejor dicho, es muy subjetiva, y existen tantas “relaciones perfectas” como habitantes en el mundo. Asimismo, la armonía o felicidad, no es un signo de una relación sana.
Es imposible fusionar dos vidas sin que haya fricción o incompatibilidad en algún momento. Las discusiones y conflictos son parte normal de la vida porque cada persona es un mundo diferente. En realidad, la falta de discusiones, es un signo de miedo de exponernos.
¿Por qué se nos hace fácil pelear con nuestra familia, pero no con nuestros amigos o una pareja reciente? Porque con la familia hay profunda confianza, amor y sabemos que no se irán de nuestra vida si hay una discusión. Discutir no es algo negativo. Lo malo es la forma en que lo hacemos.
La meta no es que no haya argumentos. Nuestra meta tiene que ser aprender a discutir bien. Evitar los conflictos, con el tiempo, hace que todos los problemas y malestares se vayan acumulando hasta que explotan; y, con el paso del tiempo, pesan más los sentimientos negativos que positivos hacia tu pareja.
No hay que tenerle miedo a comunicar lo que sentimos, lo que nos causó conflicto o nuestras necesidades. En vez de evitar las discusiones, tenemos que aprender a hacerlo desde un espacio armonioso y amoroso, respetando al otro. Discutir amorosamente, en realidad, es un signo de que hay una elección hacia otro, y queremos solucionar los conflictos para seguir recolectando momentos compartidos.
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