La democracia y Roque
Un 9 de agosto de hace exactamente 100 años moría Roque Sáenz Peña el presidente que hizo posible la democracia institucional allá por 1912 al implementar la ley que se conoce por su propio nombre y que estableció el voto universal, secreto y obligatorio. Un poco injustamente olvidado por la historia oficial, fue una de las principales figuras políticas del continente americano a fines del siglo XIX y principios del XX.
Posee la peculiaridad de haber sido el único presidente cuyo padre también ha sido presidente, ocupó innumerable cantidad de cargos oficiales y se destacó en casi todos. Fue el autor intelectual de la famosa frase proclamada en el primer congreso Panamericano de 1889 para promover la paz “Sea la América para la humanidad” tan elocuente fue su actuación que terminó siendo Canciller.
El abrupto fin del presidente Juárez Celman lo alejó unos meses de la función pública, pero se transformó en el político que mayor respeto infundía, y no sólo en nuestro país. Reconocido por todos, catalogado de modernista y con la firme convicción de abrir la democracia a través del voto popular comenzó su campaña presidencial en 1891.
Su triunfo hubiese terminado con la hegemonía roquista de la época, pero Roca (que no en vano era apodado el Zorro) le plantó la candidatura de su padre, Luis Sáenz Peña, y el digno hijo no pudo más que renunciar a las merecidas aspiraciones de su progenitor. Roca triunfaba y Roque quedaba fuera de la carrera por la presidencia al menos por 12 años, ya que en esa época los mandatos duraban 6 y nadie consideraba siquiera la posibilidad de suceder en la presidencia a su padre ni a ningún familiar. Como vemos, los tiempos han cambiado.
Roque fue un idealista, no solo en teoría sino que también en acción, años antes fue uno de los 100 argentinos enrolados como voluntarios en la guerra entre Perú y Bolivia contra Chile. Decidido a defender con su propia vida una lucha que consideraba justa y que iba a influir en los destinos de su propia patria Roque luchó valientemente. Casi todos sus camaradas peruanos cayeron muertos en la defensa del Morro de Arica, los chilenos los masacraron, hasta los comandantes murieron a su lado, pero en el momento de ser ya abatido lo salvo un oficial chileno y así retornó, luego de un tiempo como prisionero en Chile, a la Argentina.
Era como decía José Ingenieros “Un argentino de los que ya no quedan”, su presidencia rompió todas las cadenas y terminó con un régimen que ya era anacrónico. Su decisión catapultó a su propio partido que nunca más tuvo lugar en la política Argentina, un estadista que como tal gobernó pensando en las próximas generaciones y produciendo los cambios necesarios. Un gobierno eficaz que inauguró el primer ramal de subterráneo cuando sólo se lo conocía en Europa, que fomentó la migración tendiente a poblar los por entonces territorios nacionales (Chaco, Santa Cruz, etc.) los cuales fueron conectados por ferrocarril, porque así se fundaban los pueblos con la llegada del tren!
Era una época donde la Argentina al igual que los hombres geniales y los pueblos fuertes sabía a donde iba; hoy en cambio tenemos que detenernos de tanto en tanto a pensar de donde venimos.