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lunes, 30 diciembre, 2024

Mitos en primeros auxilios

De generación a generación se transmiten costumbres que, aún con la intención de preservar la salud, no son convenientes y pueden empeorar el estado de de las personas. A continuación, te contamos cuáles son las prácticas incorrectas más comunes y qué hay que hacer en situaciones de emergencias médicas.

 

La información en temas de primeros auxilios siempre fue deficitaria por utilizar un lenguaje demasiado técnico o por tocar conceptos que se dan por sobre entendidos. A esto le debemos agregar el aporte de mitos que se trasladaron generación tras generación respecto a temas que son básicos e imprescindibles para ayudar a una persona en situación de emergencias.

Algunos de estos mitos sobre primeros auxilios se detallan a continuación:

Convulsiones:

Se suele escuchar que ante una convulsión “hay que meterle algo en la boca” al paciente, ya sea los dedos, un palo o una cuchara. Pero esto solo puede agravar el cuadro.

Las convulsiones ocurren cuando la actividad eléctrica normal del cerebro se desorganiza. Estas descargas producen contracciones musculares y movimientos corporales involuntarios. Además, puede producirse rigidez de tronco y extremidades, sacudidas y movimientos de flexión y extensión.

Hay diferentes factores que pueden provocarla: lo más común es fiebre pero también puede ser por traumatismos de cráneo, hipoglucemias, intoxicaciones, y lesiones térmicas. En el caso de las febriles, no suelen dejar ningún tipo de secuelas. Suelen ocurrir entre los 6 meses y los 6 años de vida. En el caso de que la convulsión se prolongue durante más de quince minutos, probablemente no se tratará de una convulsión febril típica y se deba llamar al número de emergencias.

¿Qué debemos hacer ante una convulsión?

  • Colocar al niño de costado para evitar aspiraciones y que la lengua obstruya la vía aérea.
  • Aflojar la ropa ajustada.
  • Si el niño está azul o no respira, realizar maniobras de reanimación cardiopulmonar.
  • Alejar los muebles u otros objetos de la escena donde el niño tiene la convulsión para evitar que se lesione.
  • Si es posible, colocar una almohada pequeña o una toalla debajo de la cabeza del niño, para que no se lastime.
  • Registrar a qué hora comienza y termina la convulsión y sus características. Informar al médico lo ocurrido con la mayor cantidad de detalles.
  • Llamar a emergencias en los casos en que el niño no tenga antecedentes de convulsiones previas, si esta duró más de 5 minutos o si se repite en el día o en el mismo cuadro febril.

Si el niño tiene antecedentes de convulsiones febriles repetidas, el pediatra puede indicar la administración de diazepam (benzodiacepinas), en forma de supositorio, durante los episodios de fiebre.

Ahogamiento:

Es un accidente muy común en niños, sobre todo en los meses de verano. Se considera la segunda causa de muerte accidental, tras los accidentes automovilísticos. Cerca del 50% de los casos de asfixia por inmersión ocurren en niños entre 1 y 4 años.

Siguiendo los mitos populares suele escucharse que es importante que la víctima vomite y elimine el agua. Esto no es así. El contacto de una pequeña cantidad de líquido en la vía aérea, donde sólo debe pasar el aire, conlleva a un importante espasmo: la vía aérea se cierra e impide que el oxígeno llegue a los pulmones y por ende al resto de los órganos. En estos casos es importante aplicar maniobras de RCP para lograr el suministro de oxígeno. Luego el propio organismo reabsorberá el agua.

Golpes en la cabeza:

En este tipo de casos el mito más escuchado es: “No dejar dormir al niño que tuvo un golpe en la cabeza”. Esto no es así: el sueño no empeora la evolución del traumatismo; lo único que hace es impedir detectar cambios de conducta o de nivel de conciencia.

Si bien el término “traumatismo de cráneo” puede preocuparnos o asustarnos mucho, se refiere simplemente a un golpe en la cabeza. Existen distintos grados de traumatismo: desde el leve, habitualmente llamado “chichón”, que sin duda es el traumatismo de cráneo más frecuente y que consiste en un hematoma superficial; a un traumatismo de cráneo grave, donde el cerebro esté comprometido producto de la inflamación por el golpe.

Es fundamental saber diferenciar el grado del traumatismo. Para ello se debe estar alerta ante la eventual aparición de ciertos síntomas que orientan a la detección de un daño cerebral:

  • Hemorragia en alguna parte de la cabeza.
  • Pérdida de la conciencia. Esta puede durar desde segundos tras el golpe hasta varios días. Es por ello que resulta tranquilizador escuchar el llanto una vez ocurrido el golpe.
  • Signos de confusión o de pérdida de la memoria: el niño debe ser capaz de saber dónde se encuentra y recordar el incidente, aunque esté asustado por el golpe recibido.
  • Palidez y sudoración.
  • Cefalea intensa.
  • Náuseas o vómitos recurrentes.
  • Pérdida del control de esfínteres (orina o materia fecal), en niños que ya lo controlaban.
  • Pupilas de diferente tamaño. Observar si son redondas, iguales y del mismo tamaño; si es necesario, compararlas con las de otras personas que están bajo la misma luz.
  • Convulsión.
  • Goteo de sangre o líquido transparente por la nariz o la oreja.

En caso de que el niño presente alguno de los síntomas mencionados es conveniente llamar al número de emergencias. En caso de no presentar ningún signo, se recomienda observar al niño durante las siguientes 6 horas en donde pueden presentarse los siguientes cambios:

  • Visión borrosa.
  • Somnolencia fuera de lo normal, debilidad, o cansancio fácil.
  • Cambios de conducta: Irritabilidad, agresividad, agitación.
  • Dificultad para caminar, hablar o mantener el equilibrio.
  • Cambio en los hábitos alimentarios, el sueño o en la forma en el que el niño juega.
  • Pérdida de una capacidad adquirida recientemente, como hablar, caminar, o controlar esfínteres.

Si no se presenta ningún síntoma se recomienda dejar dormir al niño si es horario habitual de sueño. Si no es la hora habitual de dormir, y el niño actúa normalmente, pero tiene sueño, se recomienda que duerma hasta dos horas seguidas sin interrupciones. Luego se debe despertarlo y controlar que lo haga de manera normal. Si no fuese así, inmediatamente debe comunicarse al número de urgencias.

Picadura de insectos:

Los niños son curiosos y exploran su entorno. Esto los lleva a enfrentarse con insectos como abejas, avispas, hormigas, garrapatas y mosquitos. Los insectos venenosos solo son agresivos si se sienten amenazados o molestos. El hecho de que los pequeños jueguen cerca de sus colonias puede ser interpretado como amenaza.

Con las picaduras, los insectos inyectan su veneno a través de la piel, lo que suele generar irritación o una reacción alérgica, acompañadas por picazón, dolor o hinchazón de la zona. En situaciones como esta suele escucharse recomendarse “orinar en la tierra y untar la picadura con ese ¨barro¨, pero esto es incorrecto.

La mayoría de las picaduras de insectos no requieren de atención médica, pero otras pueden conllevar a una reacción alérgica grave y, en ocasiones, conducir a la muerte ya que en muchos casos se desconoce que el niño sea alérgico.

Reacciones leves o moderadas a las picaduras de insectos:

  • Extraiga cualquier parte del cuerpo del insecto que haya quedado. En el caso de las abejas, el aguijón suele liberar veneno durante unos segundos por lo que es importante quitarlo. De este modo, disminuirá la cantidad de veneno y barterias que producen irritación.
  • Lave la zona con jabón y enjuague con agua.
  • Reduzca el dolor y la hinchazón aplicando hielo envuelto en un paño o toalla sobre la piel del niño.
  • Mantenga la zona elevada (por encima del nivel del corazón).
  • Si el niño ya ha reaccionado en una ocasión anterior con dolor e hinchazón extrema y el médico le ha administrado medicamentos para estos casos puede volver a administrárselos.
  • Observe al niño y esté atento a cualquier reacción que aparezca tras la picadura y la administración del medicamento, si ha sido administrado.

Picadura de Víboras

En estos casos suele escucharse que hay que “chupar el veneno de la herida”. Pero lo correcto es:

  • Alejar a las personas que están en la zona y llamar al número de emergencias.
  • Tranquilizar al niño, indicarle que no mueva la parte del cuerpo donde está la mordedura.
  • Quitarle la ropa que le ajuste.
  • Lavarle con jabón y agua la zona de la mordedura.
  • Si la serpiente está herida, no tocarla: podría morder y ser peligrosa.
  • Si es necesario mover al animal de la zona, use para ello una pala de mango largo.

*Asesoró: Dra. Mariela Ghiggi, Coordinadora Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos  de la Clínica Olivos (MN. 90166).

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