Uno de los dolores más comunes, es la herida al abandono. Éste tipo de ansiedad surge por experiencias dolorosas o traumáticas. Tal vez, no decidimos la experiencia que nos tocó, pero si podemos decidir qué hacer con ella. La meta es sanar nuestros dolores y no convertirnos en aquello que nos hirió. La única manera de sanar, es aceptar y observar de cerca nuestra herida. Hay que buscar ser conscientes, darnos cuenta de los patrones y de a poco, actuar diferente.
En relación a lo que se puede sentir, podemos encontrar: inseguridades y autocastigo por no merecer algo, creyendo que “no somos suficiente”; complacer a las personas, tratando de impresionarlas y cumplir sus expectativas, poniendo sus necesidades por sobre las tuyas; quedarse en relaciones que no son sanas; la dificultad de confiar en otras personas, ya que la mente está en alerta sobre lo que podría salir mal; el miedo a ser vulnerable, lo que conlleva a la incomodidad para abrirte y tener momentos de honestidad, como así también a reaccionar de modo automático repitiendo patrones pasados; buscar razones para volver a casa y su soledad, ya que nadie cumple las expectativas, o aparece el miedo a la decepción y es mejor irse antes que el otro se vaya.
Como siempre decimos, es importante en primer lugar, encontrar el problema, reconocerlo, y trabajar para poder sanarlo. El camino de revisar las situaciones conflictivas y poder revertirlo en un futuro, es un camino que implica un trabajo activo, en el que hay que comprometerse. Pero una vez que comienzan a verse los resultados, el trabajo y esfuerzo no pesarán tanto.
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