A veces mencionan frases como éstas, otras veces las traen en el alma:
“Este es para mi vejez”.
“Este es por si su papá se va”.
“Este es mi felicidad”.
“Este es para no sentirme sola”.
“Este no se va a casar, se quedará conmigo”.
“Este se hará cargo del negocio de la familia”.
“Ţodos pueden irse, pero tú no”.
“Si éste está, su papá no nos dejará”.
“Tú me cuidarás en mi enfermedad”
“Tú estás para ayudarme con tus hermanos cuando yo me muera“.
«Tú harás o estudiarás lo que yo no pude».
«Tú eres mi única compañía».
«Tú eres mi padre y/o madre».
«Tú eres lo que da sentido a mi vida»
«Tú eres mi apoyo».
«Tú eres mi recurso».
Todas estas frases dichas o no, son una condena y un mandato que los hijos perciben y cumplen por amor ciego, amor infantil, con un contrato que llevan firmado en su corazón y lo cumplen.
Hijos que jamás se han ido de la casa de sus padres; deseando hacerlo.
Hijos que creen que tienen que cuidar a sus padres de viejos, también llamados los hijos “bastón“
Hijos que cargan con el mandato de viajar con sus padres, de pasar las fiestas con ellos, de tener que hacerlos felices como una obligación y a costa de conflictos y disgustos con sus propias familias.
Hijos que no se han casado o formalizado con ninguna pareja porque están atados simbólicamente con mamá o con papá.
Hijos que se hacen cargo de sus hermanos por promesas hechas a los padres en su lecho de muerte.
Ningún hijo debe quedarse anclado a sus padres.