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viernes, 22 noviembre, 2024

«Las personas de edad sienten que se están perdiendo meses de vida»

UN PSICOANALISTA EN UNA PANDEMIA

(por  Luis Gratch es médico psicoanalista, MN38929)

Desde Urgente24, entrevistamos al médico psicoanalista Luis Gratch: «Estamos angustiados ante el riesgo de muerte producto del coronavirus y esta angustia tiene variaciones. En tanto y en cuanto la gente que más expuesta está es la gente de edad, yo creo que la gente de edad está más angustiada por las dos cosas: por el riesgo de morirse y por la sensación de la cuarentena y el encierro. Cuando una persona es joven y está encerrada, siente que tiene mucha vida por delante por vivir. La persona de edad tiene la sensación de que se está perdiendo días, semanas, meses de vida, que ya no va a poder vivir en libertad, disfrutando de las cosas que habitualmente disfrutaba: ver a sus hijos, ver a sus nietos, verse con amigos, trabajar si todavía están en edad productiva.»

Quizás como nunca antes en nuestra vida, la muerte es un tema constantemente presente. En el noticiero hay contadores de muertos por minutos y por todos lados proliferan imágenes de entierros y ataúdes. Tanto es así, que hasta se terminó haciendo viral un video «cómico» de unas personas cargando un ataúd y bailando, a quienes se les «cae» el muerto. ¿Has visto este video? ¿Qué pensaste de él? ¿Cómo se convive con este tema omnipresente? ¿Cómo hacer para encontrar un sentido a la vida sin tener la posibilidad habitual de olvidar que todos, en algún momento, nos vamos a morir?

Luis Gratch: El video no lo vi pero pienso que la vida en sí misma no tiene sentido, el sentido se lo tiene que dar uno. Para cada uno la vida tiene un sentido diferente. Respecto de la muerte, desde muy temprana edad descubrimos que nos vamos a morir, que todos los seres humanos se mueren. Por supuesto que eso nos causa mucha angustia y nos defendemos de la tendencia que naturalmente todo ser vivo tiene hacia la muerte teniendo hijos: que una parte de nosotros mismos se prolongue en la vida de otros seres humanos, una parte de nosotros pueda sobrevivirnos a nosotros mismos. Y la otra manera de lidiar con eso es a través de un mecanismo que se llama negación, constantemente estamos negando que nos vamos a morir. Cuando nos encontramos con alguien, con un conocido, y nos despedimos, le decimos chau, hasta la próxima, hasta mañana, hasta el año que viene, dando por sentado que nos vamos a encontrar, negando de ese modo que todos estamos en riesgo de morirnos constantemente.

Estamos atravesando una situación que implica al menos dos angustias, la del encierro y la de la incertidumbre sobre nuestra propia vida. ¿Qué impactos has notado en tus pacientes? ¿Hay algún consejo que puedas dar a nivel general sobre cómo afrontar esto?

L.G: Estamos enfrentados a dos dilemas: por un lado la angustia que produce el encierro, que en las personas que tienen miedo de quedarse encerrados, les produce claustrofobia. El fóbico tiene miedo de quedarse encerrado para siempre. El claustrofóbico tiene una alteración cognitiva por la cual suele ver los espacios mucho más chicos de lo que son, producto de esa percepción temerosa de quedar encerrado. De hecho, el nombre «claustro» quiere decir encierro y «fobia» es miedo.

Por el otro lado tenemos el otro miedo que es la agorafobia: el miedo a salir afuera y el miedo a contagiarnos. A la agorafobia, antiguamente, se la consideraba el miedo a estar en los espacios abiertos, pero hoy en día se piensa que es el miedo al miedo: el miedo que tiene una persona a tener un ataque de angustia y sentirse desprotegido, que nadie lo va a poder asistir.

Estamos angustiados ante el riesgo de muerte producto del coronavirus y esta angustia tiene variaciones. En tanto y en cuanto la gente que más expuesta está es la gente de edad, yo creo que la gente de edad está más angustiada por las dos cosas: por el riesgo de morirse y por la sensación de la cuarentena y el encierro. Cuando una persona es joven y está encerrada, siente que tiene mucha vida por delante por vivir. La persona de edad tiene la sensación de que se está perdiendo días, semanas, meses de vida, que ya no va a poder vivir en libertad, disfrutando de las cosas que habitualmente disfrutaba: ver a sus hijos, ver a sus nietos, verse con amigos, trabajar si todavía están en edad productiva. O sea que el riesgo de muerte no es el mismo en todas las edades de la vida.

También están mucho más temerosas de la muerte las madres de chicos pequeños, siempre las mujeres tienen ese miedo, de enfermarse, morirse y dejar a sus hijos huérfanos, del mismo modo que a las embarazadas también se les incrementa la angustia frente a la enfermedad porque tienen la sensación de la responsabilidad de traer un nuevo ser vivo al mundo y si se enfermasen y les pasara algo, no solamente su vida está en juego sino la del bebé.

Cuando se discute la cuarentena, se habla de dos factores, salud y economía. Y salud parecería incluir específicamente salud física, no psíquica. ¿Por qué pensás que se ignora este aspecto? Y, ¿qué costos pensás que puede tener pasar por alto este factor?

L.G: Es un conflicto difícil de resolver. A veces uno tiene que elegir entre lo que está bien y lo que está mal, y a veces tiene que elegir entre lo que está mal y lo que está menos mal. A mí me parece que si se pone el énfasis en la salud y se desatiende la economía, estamos en un peligro porque los insumos médicos, los uniformes de los médicos, los antibióticos, los medios de transporte, la alimentación, todo eso tiene que ver con la economía. La economía no solamente son Wall Street y los grandes mercados sino que la economía es que en el supermercado haya comida, que en las farmacias haya medicación, que podamos tener acceso a comprar barbijos, y hay gente que está viviendo una condición económica de mucha precariedad y si no puede salir a trabajar, él y sus hijos no comen.

Por lo tanto yo creo que habría que salir de la cuarentena progresivamente: hay un primer momento donde hay que poner más énfasis en la sanidad, y un segundo momento donde la gente joven, que está menos expuesta a enfermarse, tiene que volver a salir, y las personas que tienen más alto riesgo de contraer la enfermedad por su edad, quizás deban mantenerse en cuarentena.

¿Considerás que es un riesgo que los gobernantes del mundo gusten demasiado de este control social al que estamos sometidos, y algunas disposiciones de vigilancia por la pandemia se vuelvan permanentes? 

L.G: Yo creo que no se pueden hacer reglas generales respecto de la conducta de cada gobierno. Cada país es diferente por cuestiones demográficas, por la edad de los habitantes, por el momento en que los sorprende la pandemia y también por la economía de ese país. Un país más fuerte, más sólido económicamente, como podría ser un país del primer mundo, Alemania, China, tiene más posibilidades de prolongar una cuarentena porque tiene el patrimonio económico que le permite hacer frente a que dejen de producirse los productos básicos. Un país con una precariedad económica mayor, como puede ser Argentina u otros países, se ven obligados a suspender la cuarentena -aunque sea parcialmente- antes. No tengo autoridad yo para decir cuál de los dos caminos es el mejor. Como médico me siento inclinado a preservar más la sanidad que la economía, pero no soy ingenuo y sé que la economía determina la salud.

¿Existe en nosotros un deseo de ser controlados? ¿Obtenemos cierto placer en que alguien digite nuestra vida de esta manera?

L.G: No creo que el ser humano quiera sentirse controlado, todo lo contrario. Yo creo que el bien más preciado para el ser humano es la libertad. Lo que pasa es que no todo el mundo hace un uso inteligente de la libertad. Yo creo que para que una situación de esta naturaleza pueda ser resuelta, los habitantes tenemos que tener lo que yo llamo miedo responsable, que es cuidarse a sí mismo y cuidar a los demás. Hay dos maneras de conducta irracional, una de ellas es caer en el terror y el pánico, donde el cerebro emocional se apodera del cerebro racional y una persona tiene una crisis de pánico o se siente invadida por un terror extremo, lo cual les disminuye las defensas y está mucho más expuesta a la enfermedad. Y en el otro polo está la irresponsabilidad, también como una conducta absolutamente irracional de gente que niega los peligros y se expone a sí misma y a los demás a hacer mucho más expansivo el contagio. O sea que lamentablemente muchos gobiernos tienen que tomar medidas para que el común denominador de la gente sepa cómo manejarse en una situación de riesgo. No todo el mundo sabe interpretar lo que significa un miedo responsable, y no caer ni víctima del terror ni víctima de los actos de irresponsabilidad

¿Estuviste atendiendo pacientes por teléfono durante la cuarentena? ¿Encontrás algua virtud a las sesiones por teléfono? ¿Algo que quizás personalmente no se develaría y así sí sucede? 

L.G: Estoy atendiendo a todos mis pacientes por videollamada, por Skype. No le encuentro ninguna virtud, todo lo contrario. Yo diría que en la relación persona a persona uno puede advertir mucho más ciertos cambios de tonos de voces, cierta gestualidad. La interacción en vivo entre dos personas siempre arroja mucha más información que por vía electrónica. No obstante lo cual, en situaciones como esta, sí yo noto y advierto, y me lo dicen, que para los pacientes es importante la posibilidad de conservar el espacio terapéutico, de ser contenidos, de poder tramitar sus angustias en un diálogo. Y en algunas oportunidades hasta de recibir consejos. Aunque los psicoterapeutas no somos muy proclives a dar consejos, en situaciones como esta, los pacientes nos piden consejos respecto del manejo de los hijos, de los horarios, de tomar decisiones en la vida cotidiana. Por ejemplo, parejas divorciadas para ver con quién van a estar los chicos, cuánto tiempo. Y yo creo que la psicoterapia está concebida para un encuentro no virtual entre dos personas, porque eso permite una relación mucho más plena de interacción, pero no tenemos por qué descartar los instrumentos que la tecnología nos provee para poder seguir asistiendo a la gente. Creo que los pacientes lo aprovechan satisfactoriamente. Por lo menos, es lo que me comunican hasta ahora.

(Urgente 24)

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