En el suplemento «Clarín Viajes», se destaca una reseña de «La Niña», perteneciente al partido de 9 de Julio.
El el suplemento destacan que «La historia de La Niña es similar a la de otros tantos pueblos de la provincia de Buenos Aires. Luego de que el ferrocarril dejara de pasar y la naturaleza también hiciera lo suyo, sufrió un éxodo masivo. Sin embargo, gracias a una población resiliente que apuesta por su tierra natal, la localidad logró escaparle a lo que parecía ser una muerte anunciada.
“Todavía quedamos personas que luchamos por nuestro pueblo”, dice Noemí Depetri, quien cuenta orgullosa que nació y vivió toda su vida allí.
La Aurora, como fue llamada originalmente aunque prevaleció el nombre de su estación de tren, es una pequeña localidad del partido de 9 de Julio. Fue fundada en 1912 con la llegada del ferrocarril.
En la década del 50 se estableció la fábrica láctea Mendizabal que le dio gran impulso y desarrollo al paraje rural. Más de 100 personas trabajan allí. La economía creció, pero la época de prosperidad duró unos pocos años.
En 1961, cuando las vías quedaron en desuso, empezó un lento pero persistente declive. A finales de los 80, por inundaciones, la empresa láctea cerró. Se acrecentó la crisis laboral y social ya que esta era la principal fuente de trabajo e impulsaba otras áreas como talleres mecánicos, veterinarias, comercios.
Familias enteras se marcharon en búsqueda de oportunidades. Según los lugareños, de las 2.000 personas que llegó a tener La Niña, aproximadamente la mitad decidió partir con este panorama desesperanzador. Cerraron locales, se perdieron servicios, hasta la sucursal del Banco Provincia desapareció.
“Nos puso al borde de la extinción como población”, recuerda sobre esos difíciles años Ricardo Gallo Llorente, dueño de la estancia La Catita.
Las complicaciones siguieron. En 2001 al romperse parte del Canal Mercante que saca las aguas desde el noroeste bonaerense hacia el Salado, las inundaciones se hicieron más intensas. “Eran gravísimas, nos han dejado aislados hasta 90 días”, recuerda Gallo Llorente y explica que era imposible llevar a cabo la agricultura, la principal actividad económica de entonces.
Lo que parecía ser el batacazo final para este pueblo, no logró vencerlo. La comunidad se reinventó. Junto con el agua llegaron pejerreyes y le sacaron provecho a ese recurso. Se formó la Asociación de Turismo que reunía a familias que ofrecían alojamiento en sus propias casas a quienes iban a pescar.
Desde entonces el turismo fue en aumento y La Niña hoy está dentro del programa Pueblos Turísticos de la provincia de Buenos Aires.
Vida rural y tranquilidad
Quienes llegan a esta localidad de 450 habitantes se quedan asombrados con la paz de su gente, la tranquilidad que transmiten las calles de tierra poco transitadas, y la seguridad de poder dejar una puerta sin llave.
La mayoría de los turistas están en busca de la desconexión, de poder comer algo rico y conocer la vida de un típico pueblo rural. Visitar la capilla, un antiguo almacén de ramos generales, la estación de tren y por qué no, pescar en la laguna La Yesca.
A 8 km del centro, se encuentra la estancia La Catita, un lugar pensado para quienes quieran interiorizarse en la vida de campo. Recibe todo tipo de huéspedes. Desde familias, profesores con alumnos de todas las edades (jardín, primaria, secundaria y colegio especial) a estudiantes universitarios internacionales que van a hacer prácticas profesionales.
“Nuestro proyecto nació aproximadamente hace 30 años cuando se produjo una crisis importante en el sector agropecuario y se hizo imposible mantener las instalaciones, cascos grandes”, explica Gallo Llorente, un pionero en dedicarse al turismo en el pueblo.
El objetivo de ellos, cuando trabajan con estudiantes, es adaptar el contenido de la currícula escolar al viaje, cuando van familias, apuntan al entretenimiento y la relajación, sin dejar de lado el aprendizaje.
Las actividades que se proponen son numerosas. Los visitantes pueden conocer el tambo, bajar a la fosa y, quienes se animen, pueden ordeñar. También se recorre la guachera, que es un espacio utilizado para criar al ternero separado de la madre, y se explican todas las tecnologías que se utilizan, necesarias para tener leche de calidad.
Además, los huéspedes pueden ver diagnósticos de preñez y participar de una jornada de vacunación. “Procuramos hacer un acercamiento lo más íntimo posible a la actividad, que no involucre riesgo de ninguna clase”.
Si los visitantes van en época de cosecha o siembra, pueden ver cómo es el trabajo de cada una de las máquinas.
Además, se organizan visitas a un criadero de cerdos; a colmenas, con lo que se intenta morigerar la fobia a los insectos; por el centro de La Niña; se realizan actividades de astroturismo; avistaje de fauna.
Todas estas propuestas están a cargo de profesionales. “Contamos con un equipo de trabajo del cual forman parte veterinarios, astrónomos, apicultores, egresados de escuelas agropecuarias y técnicas y personal dedicado a la gastronomía”, dice Gallo Llorente.
Otras atracciones cercanas
Además de todo lo relacionado a la vida de campo, desde La Catita también organizan salidas a localidades cercanas.
La Niña se encuentra a 70 km de Los Toldos, en el partido de General Viamonte. Allí, se puede visitar la Casa Museo Eva Perón, la ruta del queso, el monasterio Benedictino Santa María y la tribu del cacique Ignacio Coliqueo; una comunidad Mapuche.