Eso dijeron nuestros abuelos, nuestros padres y ahora por momentos me encuentro añorando aquella juventud. Queriendo creer que el problema no soy yo.
Muchas veces me pregunto si no será que los adultos no queremos dejar de ser jóvenes, madurar y asumir la responsabilidad sobre el presente y el futuro de los que nos sigue en el contexto histórico y social del que somos autores.
La dificultad de adaptarse al cambio hace que muchos, ante la incertidumbre de lo nuevo, prefieran quedarse en eso de que “lo mejor era lo de antes”.
Quienes nacimos en el campo y crecimos en un ambiente rural, en el interior de esta inmensa provincia de Bs. As., hemos visto y vivido un cambio social y cultural tan intenso, que no nos ha permitido adaptarnos a tiempo.
Lo importante es que, desde el mismo momento en que lo reconocemos, sabemos que no seremos de esos muchos que se quedan en la mera añoranza de aquellos años. Años donde la vida tenía su centro social en la Escuelita del campo, donde las yerras, las fiestas Patrias, los aniversarios,…todo era motivo de encuentro y festejo, y no había caballo que falte. Donde la energía eléctrica, la conectividad, la inseguridad, la accesibilidad y la educación no eran problemas de base. Donde la palabra tenía más valor que cualquier documento. Hoy las cosas seguramente son distintas, tanto en el campo como en la ciudad, todo cambio.
Hace décadas nos duele el Desarraigo rural, desarraigo que no es solo un problema de los hombres y mujeres del campo, los pueblos y pequeñas ciudades ven día a día marchar a sus jóvenes hacia un lugar donde esperan tener las oportunidades que en su tierra no encuentran. Oportunidades que jóvenes y adultos no supimos construir juntos, ni ayer ni hoy.
Lloramos el desarraigo, sin ver que más del 52% de los jóvenes que se van, volverían si las condiciones fueran las apropiadas para desarrollarse, crecer profesionalmente, tener trabajo, y en un futuro formar una familia.
Estoy convencida que, si los dejamos, serán ellos quienes nos enseñen el camino. Porque día a día me encuentro con muchos jóvenes que apuestan a su tierra, a sus sueños.
Es aquí donde esperaba que lleguemos. Siempre ha existido esta dicotomía entre adultos y jóvenes, adultos omnipotentes y jóvenes con ganas de ser protagonistas.
Hace poco más de un mes pude ser parte del Encuentro de Jóvenes Rurales del SudOeste, en Coronel Suárez, donde asistieron más de 150 jóvenes de 22 localidades. La misión era promover la participación, el intercambio de experiencias y la generación de conocimientos entre los jóvenes rurales de la Región y del País.
El objetivo se cumplió, sabemos que si queremos igualar las oportunidades de todos nuestros jóvenes necesitamos trabajar para acercar las herramientas de capacitación y ayudarlos a generar vínculos motivacionales.
Aprender juntos a reconvertir un sistema social y productivo que día a día genera desarraigo y desigualdades. Un estudio sobre los jóvenes que se han ido a las ciudades refleja que un 23% definitivamente no regresará a sus pueblos, un 25% si piensa volver, y un 52 % no volverá a sus pueblos en estas condiciones…pero añora regresar. En ese 52% pongo nuestras esperanzas, serán ellos los protagonistas que encontrarán el camino…nosotros solo debemos acompañarlos, motivarlos a pensar, a emprender, a innovar, a soñar, a esforzarse por cumplir sus sueños.
La juventud no está perdida, y nunca lo estuvo, quizá nosotros seamos quienes nos estamos perdiendo de algo. Hay jóvenes muy cerca nuestro que nos dan ejemplo de innovación, compromiso, y servicio. Y eso es lo que quiero que comencemos a reconocer en estos encuentros de Tranqueras Abiertas. Quiero que conozcamos las historias de todos esos jóvenes que no bajan los brazos, y aprendamos a acompañarlos. Quizá sea el momento de comenzar Juntos a construir un futuro, desde el presente.
(MARIA VIRGINIA APPHATIE )