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lunes, 2 diciembre, 2024

Guía para entender las encuestas telefónicas en campaña

Durante las últimas décadas, las encuestas han tomado un gran protagonismo en el ámbito político y su uso y publicación se volvieron extremadamente habituales. Y con cada proceso electoral los encuestadores volvemos al centro de la escena en las semanas previas a la elección.

*Por Gustavo Córdoba

Las encuestas tienen múltiples aplicaciones. A veces se las utiliza de forma profesional para medir el impacto de las campañas y mejorar la estrategia electoral, otras veces solo funcionan como un bálsamo ansiolítico para la mente de candidatos y operadores políticos. Cualquiera sea el caso, las encuestas siempre pero siempre terminan con un nivel de protagonismo realmente alto.

En ese protagonismo es importante destacar, que con más de cien años de diseños y estudios metodológicos y estadísticos, asistidos por muchas otras ciencias, las encuestas constituyen el elemento más confiable de medición de la opinión pública. Dicho esto, y sin que parezca una defensa corporativa de la actividad, deben aclararse algunos puntos: muchas veces se dejan de lado cuestiones que deberían ser centrales en cualquier análisis. La validez de una encuesta descansa en la presunción de que la muestra obtenida es representativa de la totalidad.

¿Pero qué pasa si no lo es? ¿Qué pasa si en realidad tenemos una muestra “contaminada” o que la muestra sobre o sub representa determinados segmentos de la sociedad? ¿Los resultados en estos casos servirán para hacer análisis certeros?

El método de recolección conocido como IVR (interactive voice response), usado mayoritariamente para las encuestas nacionales por su bajo costo, es uno de los más cuestionados con respecto a su representatividad, tanto que la CNN decidió dejar de informar los resultados tomados con esa metodología. Los nuevos estándares de publicación de esa cadena de noticias, deberían ser leídos por todos los que aspiramos a mejorar la certeza de los estudios de opinión pública. Solo a modo de ejemplo, vamos a citar las preguntas 11 y 13, del cuestionario que CNN ha proporcionado 11. Si las encuestas se realizaron por teléfono, ¿qué porcentaje de entrevistas se realizaron a través de llamadas a celulares? Si las encuestas se realizaron en línea, ¿se permitió a los encuestados completar la encuesta a través de navegadores móviles, y aproximadamente ¿qué porcentaje de sus encuestados lo hizo? 13. Si las encuestas no fueron realizadas por un entrevistador en vivo, ¿qué debe hacer para asegurarse de que sus encuestados son personas reales y están prestando atención a la encuesta?

(https://edition.cnn.com/2019/07/09/politics/cnn-polling-standards/index.html )

Para empezar, las IVR evidencian sesgos de representación, si consideramos que solo un 50% aproximadamente, de los hogares argentinos cuenta con teléfono fijo. Gran parte del universo que se busca representar no estaría incluido en este muestreo probabilístico, algo que dañaría seriamente la representatividad de la muestra. Ese sesgo podría ser atacado en gran medida con la inclusión de teléfonos celulares, cuyas mayores debilidades podrían ser, por un lado, la procedencia de esas bases de datos y, por el otro, la falta de un anclaje geográfico, tan fundamental a la hora de identificar cómo votan las personas de uno u otro distrito electoral. 

Por otro lado, la impersonalidad del IVR genera una tasa de rechazo muy superior a la de otros métodos de recolección de datos, y podría generar, según agrega el colega Diego Reynoso (@dgreynoso Director de la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés), también un fenómeno que es difícil de medir pero que existe: es posible que muchos de los que contestan las encuestas IVR sean personas que tengan un deseo de ser encuestadas para mostrar su opinión, es decir, militantes, simpatizantes, o personas que desean ser encuestadas para mostrar su rechazo o aceptación hacia una política o candidatura determinada. 

También debemos computar el sesgo en las respuestas, que deviene por la no respuesta al cuestionario, por ejemplo el rechazo a responder, que genera cuando este crece en los contextos electorales, un aumento del mismo sesgo anterior.

En mis años como consultor y encuestador, la experiencia me indica que las encuestas IVR pueden servir para medir el humor social, y tener algún indicio de cuáles son las tendencias que imperan en un contexto determinado. Sin embargo, tienen grandes déficits para medir correctamente los escenarios electorales, conocer la intención de voto real de los distintos actores y realizar un pronóstico electoral.

En la opinión de Ricardo Rouvier, (@rrouvier de Ricardo Rouvier y Asociados), la casuística en los últimos tiempos juega a favor de este tipo de mediciones, y analiza que debemos tener en cuenta, ciertos y determinados cambios que se verifican en la demanda de información especializada, por parte de la sociedad, más allá de los instrumentos que utilicemos para medir el pulso de la opinión pública. 

Considero que un análisis político y electoral adecuado debe nutrirse de distintos estudios, interpretando correctamente lo que cada uno de esos estudios tiene para aportar, y extremando al máximo, la seriedad metodológica. El más mínimo error o descuido puede potenciar el error muestral.

Lo cierto es que no es fácil realizar a estudios a nivel país, en el actual contexto argentino. Los costos financieros y logísticos de realizar un estudio nacional con la metodología domiciliaria son inmensos. Es en ese contexto en el que las IVR aparecen como una opción válida, que además de económica puede brindar alguna tendencia mínima de cómo se está moviendo la opinión pública.

Sin embargo, tomar los datos surgidos de un estudio IVR con rigurosidad, sin contrastarlos y complementarlos con otros estudios, y una adecuada valoración del contexto y de las fuerzas políticas que operan, puede resultar en graves errores de análisis, e incluso en una mala estrategia electoral.

Con total compromiso profesional, los especialistas de investigación de opinión pública en Argentina nos merecemos un profundo debate sobre estas cuestiones. Desde hace tiempo medir los escenarios electorales a nivel nacional (o incluso en la provincia de Buenos Aires) es un desafío que no hemos sabido enfrentar correctamente.

Tenemos que encarar un proceso de innovación metodológica, que nos permita mejorar nuestros pronósticos y perfeccionar nuestro análisis electoral. 

*Director de Gustavo Córdoba & Asociados.

(La Tecla)

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