¿Que se quiebre pero que no se doble?. Durante las últimas semanas hemos asistido a lo que parecen los primeros temblores del frente Cambiemos.
Manifestaciones públicas a nivel provincial como las del ex diputado Juan José Cavallari, dejaron sus notables huellas.
También un reciente “incidente” que provocó que el cargo de director de la Región Sanitaria II, que ostenta el ex intendente Walter Battistella pendiera de un delgado hilo. Luego llegaron las declaraciones posteriores en defensa del ex intendente, al menos en apariencia, con el diputado provincial Jorge Silvestre. Declaraciones que echaron más barro en una cancha que no parece tener un piso firme para que se desarrolle el juego de los nuevos gobernantes.
Los primeros indicios sobre que éste frente no es tan sólido como pretenden demostrar a la opinión pública quedaron en evidencia muy pocos días después del 10 de diciembre. Fue justamente cuando se acordaron la conformación de los nuevos bloques que representarían el Concejo Deliberante local. Algunos se excusaron afirmando que era una mera cuestión de nominaciones. Otros más suspicaces, olfatearon que algo no olía del todo bien…
Pero empecemos de cero.
Es sentido común pensar que si un frente llega al poder, también llega al legislativo como tal: como una agrupación de diferentes fuerzas políticas bajo la misma denominación. Así recordamos por ejemplo el triste ejemplo de la Alianza, o los más cercanos como el Frente Renovador y el Frente Para la Victoria. A nadie se le ocurrió seguir siendo parte del frente pero llamándose de distinto modo, o renegando de esa alianza, al menos al principio. Así, durante los primeros tiempos el FPV fue FPV. Y si bien, luego hubieron disgregaciones, siempre se mantuvo la denominación de la alianza original. Así, en Nueve de Julio existieron bloques como el FPV- K, más afín al gobierno kirchnerista y el FPV-PJ, que en un momento pretendió acercarse al peronismo tradicional y tomar distancia de la ya en decadencia década kirchnerista.
Sin embargo con la UCR y con el PRO (las principales fuerzas que conforman a Cambiemos) no pasó, a nivel local, lo que era predecible. Y diciembre fue, el primer indicio, aunque muchos por simpatía o por distracción, prefirieron que pasase desapercibido. El hecho fue que a la hora de conformarse los bloques, la UCR decidió ser UCR, sin llevar la denominación del Frente Cambiemos. “Hubo una decisión interna del partido por la que se creyó que la UCR tenía que ser seguir manteniendo la identidad del partido”, arguyó la concejal radical, Eliana Dramisino.
Sin embargo quedó claro que de su nombre se erradicó el Frente Cambiemos. Los argumentos son un poco contradictorios: forman parte del Frente pero dentro del concejo pertenecen a un bloque que no lleva el nombre de la alianza que llevó al macrismo al poder. Mientras tanto el bloque Cambiemos quedó conformado por los concejales provenientes del PRO. En términos de nominaciones: la UCR está separada, y Cambiemos es únicamente el PRO.
Si se pregunta, los oficialistas aseguran que más allá de la denominación trabajan juntos en las cuestiones que deben hacerlo. ¿Es entonces realmente una mera cuestión de denominaciones? ¿O marca una fractura probable o, lo peor, inminente? Pocos meses pasaron del nuevo gobierno de Cambiemos cuando el descontento político, comenzó a agudizarse (o al menos, a blanquearse a la luz pública).
Hace apenas dos semanas que el ex diputado Juan José Cavallari hablaba del clima de descontento de algunos sectores políticos que conforman Cambiemos con el desenvolvimiento del PRO. Acusaba de no generar los espacios necesarios para que las demás fuerzas sean parte en la toma de decisiones y manifestaba su pesar porque no quisieron conformar un gobierno de coalición. “A pesar que hay espacios ocupados por la UCR, nuestro partido al igual que el resto de los aliados, no cuentan con un espacio de debate y de toma de decisiones”, fustigaba el archi radical. Y, a pesar de este sinceramiento “del malestar” negaba la posibilidad de que existiera un quiebre o una fractura dentro del Frente.
También lo negó Ricardo Alfonsín, en su último paso por la ciudad, cuando se le preguntó si Cambiemos podría tener el mismo destino que tuvo la Alianza. “No se pueden comparar entre sí. Primero porque las situaciones son diferentes: no existen una convertibilidad que es una bomba de tiempo desarticular; no existen las tasas de interés que existían en aquella ocasión, no existen los precios de productos primarios tan bajos como los de entonces…Además los actores no son los mismos”, recalcaba.
Sin embargo, el quiebre se siente y el malestar está y hoy queda la duda cuál será el derrotero de este frente durante los próximos meses. ¿Lograrán unos ceder poder y generar estos ámbitos donde participen todos los sectores en la toma de decisiones? Bastarán estos intentos para dar homogeneidad a un frente, que , como todos, es heterogéneo en las ideas y en las prácticas políticas?
En su último paso por la ciudad, Ricardo Alfonsín aseguró que el apoyo del radicalismo a Cambiemos se debió, en mayor parte, a que “en la Argentina se estaban amenazando los valores fundamentales de la república y la democracia”. Quizás esta premisa sea cierta pero también es oportuno remarcar que hoy muchos sienten que estamos en un tiempo bisagra y que la gobernabilidad para estos próximos meses (y especialmente el año próximo que será electoral) no esté aún del todo garantizada. Parafraseando a otro famoso líder radical …será preferible que el Frente Cambiemos se quiebre pero no se doble? Esta pregunta solo podrá responderse en los próximos meses: y está nada más ni nada menos relacionado con el grado de apertura y de conciliación que deberán demostrar en la práctica, y no solo en el discurso, quienes hoy toman las decisiones.