«Deme una docena de esto o de aquello». Ir a la panadería ya no va a ser lo mismo cuando conozcas la curiosa historia detrás de las facturas más emblemáticas.
(por Germán Molkuc)
En Argentina, las facturas son más que una tentación dulce: son parte de nuestra identidad cultural. Pero lo que muy pocos saben es que los nombres de estos clásicos de la panadería esconden historias rellenas de ironías, rebeldía y hasta creatividad. Burlas a instituciones u homenajes a símbolos anarquistas, descubrimos el trasfondo oculto de estas delicias.
El origen de las facturas: un poco de historia y resistencia
Empecemos por lo fundamental: el término «facturas» tiene un significado particular en Argentina, ya que su origen se remonta al latín facere (hacer), una palabra que los panaderos adoptaron para destacar la dedicación artesanal de su trabajo. Sin embargo, la verdadera revolución llegó con la fundación de la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos en 1887, un sindicato anarquista liderado por el italiano Ettore Mattei que utilizaba el ingenio para expresar su descontento social en paralelo a su lucha por mejores condiciones laborales para los panaderos.
Después de una huelga en 1888, los panaderos encontraron como forma de protesta asignarle a sus productos nombres que criticaran o ironizaran con las instituciones de la época. Por ejemplo:
- Vigilante: Una factura sencilla y común con un nombre asociado a la palabra que se burla de la policía, con la idea de ridiculizar a las fuerzas del orden imitando la forma del garrote que usan.
- Sacramento: Similar a una medialuna pero relleno, es una crítica a los siete sacramentos de la Iglesia Católica. Cada mordida es una declaración de independencia frente a las normas religiosas de la época.
- Cañoncitos: De forma alargada y rellenos con dulce de leche, son una sátira hacia los cañones militares, poniendo en ridículo a las fuerzas armadas y sus símbolos bélicos.
- Cremonas: Aunque parecen remitir a Cremona, Italia, esta factura está diseñada como una hilera de letras «A», la inicial del anarquismo. Una manera de simbolizar resistencia camuflada en las mesas de los argentinos.
Ingenio que se conserva en cada bocado
Además de contener críticas políticas y sociales, algunas facturas fueron bautizadas con nombres audaces que exploran la sátira religiosa:
- Bolas de fraile: Son facturas redondas inspiradas en su nombre original «borlas de fraile», pero se les cambió el nombre como guiño a los testículos de los sacerdotes. Sólo hizo falta cambiar una letra para convertir en burla directa un término inocente.
- Suspiro de monja: Otro nombre que sigue la misma línea, pero este juega con la idea de la represión sexual en los ambientes religiosos. Es más sutil que «bolas de fraile», aunque refuerza la irreverencia que los panaderos querían transmitir.
Cada factura que endulza nuestras meriendas también cuenta una historia muy curiosa, donde el humor y la ironía se mezclan con la gastronomía nacional. Conociendo este dato, seguramente la próxima vez que pidas una docena no sea lo mismo: ahora, además de los sabores, podés compartir con orgullo la anécdota que esconden. (Urgente 24)