(Por Jorge Macri, Intendente de Vicente López)
“El vivo vive del sonso y el sonso de su trabajo”. Lejos de ser un principio constitucional, este refrán parece más bien una consigna “nacional y popular”. La reciente decisión del gobernador Axel Kicillof de financiar con un subsidio la toma de terrenos, genera rechazo y va en la lógica del desprecio al mérito y al esfuerzo del laburante. En medio de una crisis inédita, donde miles de pequeños comerciantes o Pymes tuvieron que bajar sus persianas por una mala gestión y medidas inexplicables que les impidieron hacer lo que saben hacer, es decir, pelearla, la toma de tierra instaló un nuevo conflicto y vuelve a enfrentar a la sociedad. Mientras el que labura cierra, el que usurpa hace negocio.
Hace tiempo que, desde lo personal como desde nuestro espacio, advertíamos que el mensaje del gobierno no era claro, cuando no contradictorio y ambiguo, respecto a un tema tan delicado como la defensa de la propiedad privada y su violación, es decir, el delito de usurpación. El subsidio ya no deja dudas acerca de la relatividad que ese derecho tiene para el gobierno provincial. Si desde una política pública se vulnera el derecho de propiedad y se financia una conducta expresamente prohibida por la ley penal, no solo estamos frente a una contradicción y un grave problema institucional, sino que, además, en vez de una solución, tendremos al menos dos problemas: el legítimo reclamo del dueño a la Justicia y el déficit habitacional sin resolver.
Este gobierno ha instalado palabras como expropiación y usurpación en vez de generar empleo y certezas para el crecimiento sostenido. No es por acá. La falta de liderazgo y de rumbo impide tomar las decisiones acertadas, que muchas veces son costosas en términos políticos, pero son absolutamente necesarias para tener un gobierno con un plan de gestión y no de improvisaciones constantes. Si nos ganan la ideología y la prepotencia autoritaria, o el intento constante de tapar un problema con otro, sin buscar soluciones de fondo, estaremos cada vez más lejos de ese acuerdo y ese diálogo político que gran parte de la sociedad hoy nos reclama.
Jugar, especular y hacer negocio con una necesidad ajena, real y dramática como la falta de vivienda digna, puede ser tan miserable como el desprecio al sacrificio y el esfuerzo de quien postergó muchas cosas para darle un techo a su familia. Los argentinos elegimos convivir y organizarnos como sociedad, regidos por la Constitución. Fuimos capaces de crecer y forjarnos un futuro cuando defendimos valores como el respeto a la ley, la libertad y la autonomía individual, la cultura del trabajo honesto, el respeto de las instituciones democráticas. No podemos poner en discusión a cada rato las bases sobre las que queremos construir un país y una provincia en paz.
Los grandes desafíos que tenemos por delante, nos exigen un rumbo claro, pero también el compromiso de no dejar a nadie atrás, condición sin la cual ninguna política social será auténticamente humana. Pero esto no se logra enfrentando un derecho contra otro. No es este “o” aquel, mi necesidad “o” la tuya, mi derecho “o” el tuyo, sino un camino de integración en el que las verdaderas soluciones lleguen de la mano de la “y”, donde el mérito y el esfuerzo, el trabajo y la dignidad, el techo propio y la propiedad del otro no sean los que definan de qué lado de la grieta estamos sino las bases sobre las cuales construir juntos un destino común.