El periodismo es, ante todo, un acto de servicio. Es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro. En ese marco de sacerdocio, el que abraza esta profesión -la más maravillosa de todas las profesiones en el consenso del mundo-, debe saber que su misión está basada en la tarea formativa e informativa.
Ser periodista no es una empresa fácil como muchos lo creen. Ser periodista es estar comprometido, primero con su comunidad, con la gente con la que se transita a diario y después, saber que su único patrimonio es su buen nombre. Y cada vez que se firma un artículo insuficiente o infiel a la propia conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo.
Más allá del estudio que le permite ejercer la profesión, el periodista debe ser intuitivo, sagaz, seguro de sí mismo, investigador, alimentarse permanentemente en el cultivo del léxico y exponerlo, en sus diferentes facetas, que van desde lo escrito hasta el oral, con meridiana objetividad, ser claro en sus expresiones y en el remate de cada nota no dejar espacio que pueda dar margen a una réplica que obliga a entregar una respuesta o mostrar grises que se tornan oscuros en el momento de determinar el balance del contenido global de lo que se ha dicho. Lo que es decir, sobre esto último, confundir al lector o al oyente, con frases o palabras deshilvanadas que se contradicen con el verdadero sentido de lo que se quiso expresar.
Recrearse con buenas lecturas, estudiar en profundidad el aspecto gramatical, hacen a la base del periodista, aspectos fundamentales para desarrollar el ejercicio de la profesión.
Desde el punto de vista personal, quien esboza estos conceptos, no es periodista, es un simple escriba que desde siempre intentó manifestar su vocación a través de la pluma o la palabra con enfoques claros y precisos, al menos en su intención, sin haber caminado los pasillos de la Universidad para alcanzar la credencial habilitante. Aunque hubo otra Universidad que es, tal vez, más valiosa e ilustrativa: la calle.
En el contexto cotidiano en que uno se desenvuelve, el ojo tiene que ser certeramente avizor, para bucear todo aquello que lleve a imprimir o manifestar aspectos que forman parte de su vida misma. Uno elige el camino, lo transita, lo cultiva a cada minuto, lo va regando de sueños e ideales, y sin quererlo recibe por parte de la gente esa credencial habilitante de periodista, aun sin serlo. Y desde ese mismo momento, está expuesto al elogio o a la crítica. Porque el lector es el juez y el periodista es el fiscal.
Para sintetizar este boceto sobre el periodismo, nada más oportuno que señalar los conceptos de uno de los periodistas más brillantes y sagaces que dio nuestro país: Dante Panzeri.
«Periodista es el hombre auténtico que orienta con su OPINION la de los timoratos, falsificadores, hipócritas, imbéciles o talentosos carentes de tiempo y acceso a la información».
«La palabra no ha sido inventada para NO decir lo que pensemos. Para callar y ocultar se inventó, antes, el silencio».
«Formar el gusto del público, no seguirlo. Que el público siga al periodista».
«No HACE periodismo quien sea periodista. Es periodista el que hace periodismo en los tres puntos precedentes».