DIARIO DE UN EMPRENDEDOR. El miedo nos paraliza. Hace que dejemos de creer en nosotros mismos y amenaza con truncar nuestras aspiraciones de emprender. ¿Cómo dominarlo? Aquí una reflexión al respecto.
Hoy puedo escribirlo: he vivido con miedo.
De ser yo mismo. De perseguir mis sueños. Hoy me doy cuenta de que los años han pasado y yo no soy ni siquiera un esbozo de aquel que soñé en tardes adolescentes en las que me atrevía a recorrer el mundo con los ojos cerrados y el corazón abierto. Entonces me arriesgaba, no dependía de nadie más y, al menos en mi cabeza, emprendía todo aquello que se me ocurría.
Hoy puedo escribirlo: he vivido con miedo. Aunque eso no me hace especial, porque ese miedo lo sentimos todos.
Compartimos el temor a ese ayer que nos condena con sus dolores y espectros. Con sus figuras represivas que no son más que ideas nuestras. Con las historias de aquellos a los que no somos capaces de olvidar. Con nuestros dolores y nuestros muertos.
Miedo al presente en el que no concretamos nada. En el que todo se escurre de entre las manos antes de que podamos comprenderlo. Entre juntas, llamadas, mensajes de WhatsApp que no dejan de llegar, embotellamientos que hacen que el día no dure absolutamente nada. Un presente en el que juramos una y otra vez que hoy tomaremos la decisión que nos cambiará la vida: actualizaremos y enviaremos ese currículum, registraremos esa marca, aterrizaremos la idea, correremos el riesgo de independizarnos. Emprenderemos, aunque debajo de nosotros no exista una red de seguridad.
Miedo a las oscuras cavernas del mañana que solo nos dejan ver una pequeña entrada a lo que pudiera ser un hostil laberinto. ¿Y si fallamos? ¿Y si nos perdemos? ¿Y si nunca logramos salir de ahí?
¿Y si ese es el camino que nos lleva al fracaso?
Entonces nos congelamos. Vivimos con miedo.
El miedo como fuerza creativa
Bien manejado el miedo no es malo. Tiene una función en nuestra existencia: ayudarnos a subsistir alejándonos del peligro. El problema surge cuando ese peligro realmente no existe. Cuando se trata de una imagen proyectada desde algún recuerdo, desde la inseguridad. Una escena (generalmente) no sucedida, imaginada una y otra vez, que nos detiene y hace que nos aferremos a lo poco que tenemos como si se tratara de un refugio seguro.
¿Cómo escondernos de las imágenes del fracaso que dibujamos en nuestra mente? ¿Cómo alejarnos de la sombra que irremediablemente arrastran nuestros pies?
Preferimos entonces perpetuar nuestro estado actual con tal de no aventurarnos a explorar siquiera si ese temor es cierto o no.
Si alguien sabe de estos miedos son los artistas. Los creadores se enfrentan constantemente al temor de compartir su obra. Son asediados por la idea de que su canción, música, película, pintura o novela quizás no valga la pena. La gran paradoja es que la única manera de saberlo es crearla, liberarla y dejar que sea admirada por los demás. No para que la juzguen, pero sí para que puedan llegar a ser transformados por ella.
Los artistas saben que la única manera de confrontar al miedo es crear.
Hugh Laurie, el músico conocido por haberle dado vida al inolvidable Gregory House en la serie Dr. House, alguna vez escribió en su perfil de Facebook:
«Creo que es terrible esperar en la vida hasta que estés listo. Ahora mismo tengo la sensación de que en realidad nadie nunca está listo para hacer nada. No existe algo así como listo. Solo existe el ahora. Y puedes hacerlo ahora. Lo digo con tanta confianza como si estuviera a punto de saltar del bungee o algo así – no lo voy a hacer. No soy un tomador de riesgos enloquecido. Pero creo que, en términos generales, ahora es un momento tan bueno como cualquier otro.»
Y quizás en esas palabras radica la clave para vencer al miedo: en hacer lo que deseas ahora, sin pensarlo tanto. Lo más probable es que el miedo siga ahí, pero habrás creado algo nuevo. Y de eso se trata el juego del emprendimiento.
Hoy puedo escribirlo: vivamos con miedo, pero creemos, emprendamos, soñemos.
Transformemos el día de hoy en una creación única y perfecta capaz de cambiar por siempre nuestra existencia.