En esencia todos contamos con un don, hay veces que se percibe de forma inmediata y cruza las almas de aquellos que nos conocen. Otras, que aunque brille tanto, hay que buscar en nuestro interior para ser revelado. Ese don es lo que nos hace únicos y cada uno de nosotros lo eleva como estandarte desde la niñez. Lleva nuestro nombre, nuestra impronta y cuando alguien nos cita en alguna charla, esa cualidad se nos adhiere en imagen como un sinónimo de quien en verdad somos. Nuestro don nos proyecta el alma.
En cada charla aprendo mucho de las personas, descubro a quien tengo del otro lado del teléfono y voy tomando poco a poco sus vivencias como anécdotas de una reunión entre amigos. Eso fue lo que hizo que la llamada con Alejandra Badino haya sido una de esas en las que te quedas con ganas de escuchar más. Porque cuanto más lindas son las historias, más es el tiempo que compartimos al hablar. Ale es de Cañada Rosquin en Santa Fe, ella con su familia llevan a delante un Tambo, al cual aman y mantienen aún bajo las adversidades. Ese tambo, los animales, su familia, sus amigos y ese lugar son todo lo que Alejandra atesora en la vida. Se la escucha una mujer pasible, tranquila pero de valor y coraje para soportar tempestades. Me contó de sus aventuras en el campo donde trabajaba su padre y las vivencias que como mujer rural tiene que sortear. También reconoce que el amor que veía en su padre por los animales la llevo a descubrir su pasión por el tambo. Desde chica su relación con las vacas fue su don y la dedicación que la caracteriza para estar al servicio de los otros su virtud, como una herramienta más en la producción de leche.
Una guerrera de temple noble, se mantiene de pie ante la lucha de su tambo, sufre con las noticias de algún productor que se ve obligado a vender sus vacas por las sequías, inundaciones o por la consecuencia de la mala economía. Se reconoce en cada una de sus obligaciones como una mujer de ley y es de las que se pone al hombro las dificultades de sus pares. Ale propone dar pelea por el bien de todos. Trabaja en el campo con sus vacas, enseña catequesis, pertenece a varios grupos de mujeres rurales, está en el programa PROHUERTA que dicta el INTA en su localidad, sin dejar de lado las actividades que día a día realiza en su casa, como madre, abuela y amiga. Aun así su gran pasión es el tambo donde maneja, administra y cuida de las vacas de la misma forma que su esposo o sus hijos lo hacen.
Todos los días se da cita en el tambo desde la madrugada para iniciar el proceso de ordeñe, reconoce cada vaca, sabe cómo persuadirlas y se vincula de una manera natural con cada animal. Las siente parte de su vida y reconoce que son el sostén de la familia. En la ardua labor que corresponde a esta actividad, los desafíos son tan valerosos como la recompensa de hacer lo que ama y es en esa situación donde Ale se siente bendecida.
Mujeres como Alejandra nos enseñan sus fortalezas, que están detrás de cada producto que ponemos en la mesa, su historia, su lucha y los padecimientos por no abandonar el trabajo que tanto aman. Detrás de ese sachet de leche, hay horas de insomnio, trabajo arduo, botas embarradas, lágrimas y risas, hay familias que se rehúsan a cerrar las puertas, vender las vacas y comenzar de nuevo. Hay campos donde no llueve nunca o se inundan con desconsuelo. Detrás de ese alimento tan necesario para la buena nutrición se esconden las esperanzas que hacen que cada uno de los productores lecheros ponga su don al servicio de todos.
La receta de Ale es la que prepara ella para su familia
Dulce de leche
Ingredientes:
- 5L de leche entera
- 1 kg de azúcar
- ½ cucharita de bicarbonato de sodio
- 1 chorrito de extracto de vainilla
Preparación:
En una cacerola volcar la leche y calentar sin que llegue a hervir. Dejar reducir hasta la mitad y agregar el azúcar y el extracto de vainilla y el bicarbonato de sodio. Es importante ir revolviendo para que el azúcar no se pegué en el fondo de la cacerola.
Bajar el fuego y poner en la cacerola un platito (el platito hará el mismo efecto que si se revolviera constantemente la leche con una cuchara de madera).
Cocinar a fuego moderado durante una hora a una hora y media verificando regularmente que la leche no se está quemando.
A ese punto la leche ya debe haber tomado un color oscuro, el típico color “dulce de leche”.
Una vez trascurrido ese tiempo, sacar el platito de la cacerola, y seguir la cocción revolviendo con una cuchara de madera.
Revolver continuamente con movimientos en forma de “8” hasta lograr la consistencia deseada.Para verificar si el dulce de leche está a punto, poner un poquito de la preparación sobre un platito y dejarlo que se enfrié unos segundos.
Una vez el dulce de leche listo, envasar en un frasco previamente esterilizado.