(Por Nicolás Gabriel Suarez Monío – Abogado)
El divorcio ha sido uno de los institutos con más cambios en los últimos tiempos en nuestra legislación. Desde su primera aparición en Argentina, esta manera de disolución de matrimonio ha pasado de requerir formalidades y causas a ser un instituto mas dinámico y acorde al avance y los tipos de relaciones de los tiempos actuales.
Uno de estos cambios es que el proceso judicial de divorcio actual es incausado y abreviado, saliendo del antiguo concepto de “causales” de divorcio y revalidando la autonomía de la voluntad que tiene cada persona para decidir si estar o no casado y, en su caso con quién, sin dar explicaciones al respecto. Esto quiere decir que ya no es necesaria una causa de divorcio y que el proceso no debe extenderse innecesariamente en el tiempo para llegar a una sentencia.
Por otro lado, ya no es necesario que la presentación sea conjunta o de “común acuerdo”. Si bien esta opción bilateral aún está presente, lo cierto es que, la legislación actual prevé la posibilidad de presentación de manera unilateral. Esto es fundamental, no solo para evitar el desgaste que se genera muchas veces a la hora de llegar a un acuerdo en la decisión de divorciarse, sino para evitar dilaciones e idas y vueltas una vez que uno de los cónyuges ya tiene la decisión tomada.
Tampoco existe en la actualidad plazo mínimo de duración del matrimonio para poder solicitar su disolución, esta también es un gran avance, ya que no hace tanto tiempo se requería de años de matrimonio para poder solicitarlo, y esto llevaba a desgastes de relación aún mayores o a casos de gente separada de hecho esperando para iniciar el trámite.
Todos estos cambios y muchos otros van de la mano de los nuevos modelos de relaciones y familias que existen y se van desarrollando en la actualidad, así como de la experiencia judicial que se ha ido teniendo a lo largo de los años.
De cualquier manera, cada caso es particular y siempre es necesario el asesoramiento de un abogado. Muchas veces existen otros factores que hacen necesaria la negociación previa o incluso el debate a lo largo del proceso (cuando existen hijos o bienes en común, por ejemplo), y muchas veces podés evitar complicaciones futuras y resolver cuestiones que creías más complejas en procesos más simples.