(Por Mónica Gómez)
Conocer el lugar donde nacimos, sentirlo propio, reconocer los aromas, los sonidos identificarnos en cada rincón es mantener la herencia cultural. Todos pertenecemos a un sitio, y es de allí donde los recuerdos y nuestras formas de ser en la sociedad se definen. Donde vamos construyendo nuestros valores colectivos. La cocina con identidad es lo que sostiene no solo la memoria cultural sino también la economía regional, es por ese motivo que necesitamos tanto incorporar aquellos alimentos que eran propios de un determinado lugar al mercado. Conocerlos de la mano de quienes lo consumieron desde siempre es fundamental para aprovechar al máximo todo su valor nutricional y su sabor en plenitud. Con sabor local las chacras misioneras son el mayor exponencial productivo que da valor a las ferias que se establecen en toda la provincia.
Muy adentro de la yunga Misionera, en la localidad de Aristóbulo del Valle a 150km de la capital provincial Gladis Britez elabora dulces de frutas nativas de la zona. Ella, la única de 7 hermanos sigue la aventura de la vida en el campo, continua con la tradición familiar creando las mermeladas de las frutas que cosecha desde su huerta. Las frutas y verduras también son destinadas a la venta para mantener la economía de la familia. La labor de Gladis no es solo la de elaborar mermeladas con frutos no muy populares o solo reconocidas por los pobladores de la zona, ella se siente toda una alquimista en la elaboración de productos como dulces o conservas. El valor agregado que le da esta productora a sus elaborados es el de la incorporación de fruta tales como la Mandioca o la Pitanga y continua con la impronta que utilizaba su madre de elaborar las mermeladas a base de azúcar de caña o mascabado.
Gladis se percibe una mujer luchadora, con empuje que nace desde la tierra donde creció. Ella produce y cosecha los productos de su chacra para llevar semana tras semana a las ferias Francas de la zona. Perceptiva a las demandas, esta mujer cálida al hablar de una modestia que nace desde su corazón, de a poco va creciendo sin perder el espíritu de las mujeres que se mantienen a base de la ruralidad. Ella con ayudas de sus hijos y su esposo apostan a la producción manteniendo las bases de la flora del lugar esto provoca que se revalorice la biodiversidad Misionera. Y que se acerque a la cocina con identidad de la tierra colorada. Sueña con un lugar en su casa donde pueda explora los sabores para volcarlo como conocimientos a las futuras generaciones.
La pitanga es un fruto que se incorporó hace poco tiempo al Código Alimenticio Nacional. Esta fruta nativa de la zona Misionera en Argentina y en las limítrofes como Paraguay, Brasil y Uruguay es de sabor dulce y apenas ácido. El fruto de la pitanga es muy usado para preparar mermeladas, salsas, jugos, vinagres, licuados, vinos, aguardientes, infusiones o la popular caña con pitanga. Se cree que los aborígenes de Misiones ya usaban la pitanga (o también el arrayán) como digestivo, mascando su hoja. Probablemente de allí nace la costumbre de masticar las hojas de la pitanga como remedio estomacal.
Para acercarse las frutas nativas te dejo la receta de una Jalea para que puedan experimentar con lo que tengas a la mano.
JALEA DE PITANGA
Necesitas:
- azúcar mascabado
- frutas de pitanga limpias
- Agua c\n
- cascara de naranja
Procedimiento:
Lavar la pitanga, quitándole el palito y la puntita de abajo en forma de florcilla. Ponerlo en una olla al fuego con agua que apenas lo tape, cocinarlo a fuego lento por 30 minutos y luego colarlo sobre un lienzo para poder retirar todo el líquido y que solo quede la pulpa. Medir la cantidad de pulpa y por cada medida colocar media taza de azúcar mascabado llevar a hervir con la cascara de naranja y cocinar a fuego fuerte hasta que al pasar la cucharada se pueda ver el fondo de la olla o llegue al punto de una mermelada espesa. Retirar, embazar en caliente y esterilizar los frascos de vidrios.