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viernes, 27 diciembre, 2024

El ADN de la yerba mate: un pequeño relato sobre el origen del símbolo nacional

(Por Mónica Gómez)

A partir de un estudio que se dio a conocer esta semana sobre el descubrimiento del conjunto de instrucciones genéticas que contiene el ADN de la yerba mate, intentando dilucidar de dónde provenía la planta y su estructura, volví una vieja inquietud de hace tiempo: ¿De quién heredamos genéticamente esta noble riqueza generacional que nos identifica como argentinos?

Hablar del ADN de la -Ilex paraguariensis- yerba mate es sumergirse en un viaje cultural y que trasciende siglos, territorios y fronteras.

La yerba mate, presente en más del 90% de los hogares, es un emblema nacional, inseparable de la identidad argentina que encuentra su origen en las prácticas, creencias y saberes de los pueblos guaraníes. Los habitantes nacidos en las tierras que hoy unen Argentina, Paraguay y Brasil. Más que una planta, para ellos era un regalo divino, un árbol que encarnaba la esencia misma de la selva: el «caá».

La yerba mate, mucho antes de ser una industria o un hábito cotidiano, fue una manifestación cultural y espiritual. Para los guaraníes, beber la savia de sus hojas significaba integrarse con la naturaleza, rendir culto a los dioses y reforzar los lazos comunitarios. Este carácter trascendente fue reconocido por otras etnias prehispánicas, como los incas y los charrúas, quienes comerciaban con los guaraníes para obtener este preciado recurso. La yerba no era solo un alimento; era un puente cultural.

Con la llegada de los colonizadores, la yerba mate adquirió una nueva dimensión. Los europeos adoptaron su uso, sorprendidos por sus propiedades estimulantes y nutritivas. Fue tal su impacto que los jesuitas, en sus reducciones, promovieron su cultivo organizado y extendieron su fama más allá del continente, donde se la conoció como «el té de los jesuitas».

Sin embargo, la historia de la yerba mate también está marcada por la explotación y la transformación ambiental de la Selva Paranaense. Durante siglos, su recolección indiscriminada agotó los recursos silvestres. Solo a partir de la sistematización del cultivo en el siglo XX, en lugares como Santa Ana, Misiones, la yerba volvió a encontrar un equilibrio entre la producción y la conservación.

Este legado vivo,  no solo es una tradición; es un motor económico y social. Más de 14.000 trabajadores participan en su producción, desde pequeños productores hasta grandes molinos. Este sistema sostiene comunidades enteras y refuerza una identidad común entre Misiones y Corrientes.

Además, su valor trasciende lo cultural. En el ámbito nutricional, la yerba mate es un aliado de la salud, rica en antioxidantes, vitaminas y minerales que fortalecen el cuerpo y la mente. Así, el mate no solo conecta a los argentinos con su pasado, sino que también les brinda herramientas para enfrentar el presente.

Así es que luego de tanto trabajo y estudio sobre el universo de la yerba mate, llegué a la conclusión que el ADN de la yerba mate es, en esencia, un relato de resistencia, adaptación y comunidad. Desde los rituales guaraníes hasta las reuniones contemporáneas con amigos, el mate simboliza unión y pertenencia. Pero también es un recordatorio: detrás de cada sorbo hay una historia de pueblos originarios, de naturaleza y de lucha, latente en las luchas de quienes hoy continúan con suproduccionn.

Preservar este legado implica reconocer su origen indígena y proteger el ecosistema que lo hace posible. Es por ello que en el ADN de la yerba mate para mí, yace el espíritu de una región y el testimonio de quienes moldearon su historia.

 

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