7 May 2025
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DEVALUACIÓN, DEUDA Y LA AMENAZA DE LA TERCER “D”

A nuestros economistas más ortodoxos, que se sienten cómodos con esa etiqueta, les fascina comparar la economía de un país con la de una familia o una empresa. Desde esta óptica, los déficits son siempre condenables. “En tu casa no puedes gastar más de lo que ingresas”, dicen, atacando el déficit fiscal.

Sin embargo, la respuesta es clara: “Eso no es del todo cierto, existe el crédito”. Y, efectivamente, si decides endeudarte, puedes gastar más de lo que generas, aunque debes reconocer que esa satisfacción en el consumo es efímera. Te enfrentarás a problemas si el saldo de tu tarjeta de crédito supera constantemente tus ingresos. Otra alternativa para mantener el consumo es drástica: deshacerte de activos, vender propiedades o bienes adquiridos con ingresos pasados.

Por esta razón, el ejemplo empresarial resulta más ilustrativo. Se asume que una empresa tampoco debe gastar más de lo que genera. No obstante, la clave para la expansión del capital, lo que Marx denominaba “reproducción ampliada”, radica en el crédito. Este es fundamental para el desarrollo capitalista. Junto a la creación de sociedades anónimas, que separan el patrimonio de la empresa del de sus dueños, es una de las principales razones por las cuales el capitalismo emergió en el siglo XV y no en la antigua Roma. Hay abundante literatura al respecto, incluso se menciona la revolución en las creencias religiosas que permitió superar la condena a la usura. Un texto emblemático en esta línea es “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de Max Weber. En este contexto, la riqueza dejó de ser vista como algo negativo, convirtiéndose en un signo de estar entre los elegidos de Dios para la salvación eterna, mientras que el crédito es considerado un motor del desarrollo.

Sin embargo, la herencia más significativa del macrismo fue volver a endeudar la economía, reactivando la relación con el FMI. Su objetivo fue aguantar hasta la llegada de inversiones que nunca ocurrieron. A pesar de las intensas disputas internas, el gobierno del Frente de Todos renegoció la deuda heredada, logrando un período de gracia. Lamentablemente, este tiempo no se utilizó para establecer las condiciones necesarias para enfrentar el endeudamiento reprogramado; en otras palabras, no se implementó el ajuste que era necesario. El gobierno de La Libertad Avanza, compuesto por los mismos responsables del endeudamiento del macrismo, ha vuelto a incrementar la deuda, lo que, en la práctica, significa agravar la insostenibilidad de una deuda ya crítica. El plan D+D, de Deuda más Devaluación, que sorprendentemente es visto con optimismo por parte de muchos economistas, argumentando que el “levantamiento del cepo” abrirá oportunidades de desarrollo, no es más que la manifestación del fracaso de un plan económico que se ejecutó durante más de un año.

Como era de esperarse, los mercados reaccionaron positivamente al nuevo endeudamiento. Los mercados operan en el corto plazo y un aumento en las reservas internacionales se traduce en mayor solvencia inmediata. No se detienen a considerar el origen de ese incremento. Era predecible que la cotización del dólar no se disparara de inmediato. También es previsible la insostenibilidad del precio del dólar antes de que lleguen refuerzos para las reservas. El éxito que busca el oficialismo se centra en el corto plazo, en llegar a las elecciones sin que las variables se descontrolen.

Más allá de las simplificaciones sobre la cantidad de dinero, el gobierno ha comprendido la relación entre inflación y precios básicos; por eso, ha mantenido el dólar y los salarios como anclas contra la inflación. Las mejoras en el ingreso promedio de los salarios se debieron a la apreciación cambiaria, no a paritarias, que fueron cuidadosamente contenidas. Sin embargo, ahora una de estas anclas se ha soltado, y cualquier economista sabe que el aumento del dólar se trasladará, de manera más o menos rápida, a los precios. Este es precisamente el dilema político de cualquier devaluación: la rapidez del «PASAR POR». El argumento oficial sostiene que si no hay pesos, los precios no pueden subir, una idea que ya fue discutida, con resultados contrarios a la realidad.
En la historia económica reciente, solo hubo un caso de «PASAR POR» contenido: en 2002, tras la salida de la convertibilidad, y no fue por la falta de pesos, sino por una profunda recesión. Los datos han demostrado que la velocidad del «PASAR POR» es menor en contextos de baja inflación previa. El ejemplo contrario fue la devaluación masista tras las PASO de 2023. En las próximas semanas se conocerá la velocidad actual, que determinará la estabilidad a corto plazo. Por ahora, el oficialismo celebra el endeudamiento que les ha permitido evitar el colapso.
Mirando hacia el largo plazo, y más allá del axioma keynesiano, solo se vislumbra una deuda impagable, lo que conlleva la amenaza de añadir una tercera «D» al plan D+D: la de Default. No debemos olvidar lo que se mencionó sobre cómo seguir gastando sin generar recursos genuinos ni reproducción ampliada: siempre queda la opción no virtuosa de deshacerse de activos, que en el caso del país, son sus recursos naturales.

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