El término nos remite a la magia del vino, nos lleva a pensar en el mundo de las bodegas. A las parcelas de la vid plantadas en fila que se entrelazan por medio de las líneas que las unen. Paradas como soldados mirando al sol, cada planta delgada se levanta para que broten de sus ramas las uvas. Esas mismas que dan origen a una bebida ancestral y deleitada a lo largo del tiempo por la humanidad.
No soy una gran conocedora de su ritual, pero de lo que estoy segura, es que su mejor maridaje no es dependiendo el tinte del vino, ni la comida a elección. Es la compañía y la buena charla. Eh pasado horas con gente querida con la participación de un buen vino y es, en ese momento, donde fui conociendo su mundo.
Tuve la oportunidad de visitar bodegas por fuera de las tan reconocidas Mendocinas o Sanjuaninas y es ahí, donde la planta, en mi opinión trata de forjar un carácter para lograr sobresalir y lucirse. Es el toque de arriesgado, lo que le suma el productor, casi como una nota poética, a ese vino que va a dar. Porque no es lo mismo plantar en una tierra que da la seguridad de que el producto será bueno, que hacerlo en un lugar donde no es el indicado para el vino. Y eso, es lo que lo identifica. Su ADN.
Pequeñas, medianas, grandes son las bodegas que se pueden ver por la extensión de nuestro país. Conocí en Salta, Tucumán y hasta en provincia de Buenos Aires. Si bien como dije no soy para nada conocedora del tema, es algo que me apasiona junto con la cocina, creo que su fin es el del encuentro, sea con gente querida o con uno mismo.
El terruño, ese pedazo de tierra que uno siente propio, el país, su ciudad, su pueblo, su hogar son los que nos forman. Así como un vino se reconoce por su lugar de origen, así también la cocina se debería reconocer. Por suerte ya muchos productos tienen denominación de origen y eso abala y certifica el trabajo arduo de los productores regionales, esos que conocen su tierra, porque la sienten propia.
La propuesta de esta semana es la de un postre que me encanta, fresco rico y sencillo asi se presentan estas Peras especiadas con vino Blanco,
Peras Al vino Blanco
- 10 und. Peras tirando a verdes
- 1 /2 litro de vino blanco. Puede ser Torrontés o alguno dulce estilo cosecha tardía
- 1 litro de agua
- 500 gr de azúcar
- Canela en rama , vainilla
- 1 cucharada de miel
- Anís estrellado
- ½ limón, piel y jugo
PREPARACION:
Calentá el azúcar con el agua hasta que se derrita, agrega el jugo de limón y las especies. Mové para incorporar todo y agrega el vino blanco. Agrega las peras sin cascaras en el jarabe, tapalas con papel manteca y dejalas cocinar por 15 minutos a fuego bajo. Enfriarlas en su jugo tapadas y servir en compoteras con un toque de queso crema y trozos de crumbel hecho con partes iguales de harina, azúcar y manteca. Unirlo con los dedos dejando trozos de manteca. Cocínalo en horno medio por unos minutos. Tiene que quedar seco y crocante.
Te dije que era muy fácil y un postre con el que vas a quedar de 10. Yo tuve la suerte de tener unas hermosas copas para servirlas que fue un regalo de una querida amiga!!
Una de esas personas que junto a un buen vino podes tener largas charlas.
Hacelas, probalas y compartilas.