Por: Marcelo Petetta. «Voy a escribir en primera persona, normalmente desde mi comienzo en esto de aprender a escribir como arte, trato de escribir siempre en tercera persona, no porque no me quiera hacer responsable de lo que escribo, sino por que me resulta una forma más genuina de compartir vivencias, fantasías o ilusiones que tienen más que ver con mi gusto por escribir que con mi persona en particular.
Hoy lo hago en primera persona por creer que esto es mi sentimiento, aún si muchos piensan o no de esta forma.
“LA LLUVIA..”
La lluvia para mi es algo verdaderamente hermoso… la lluvia me permite disfrutar de momentos de introspección, es linda para hacer el amor, permite pasar mas tiempo con nuestros hijos porque no pueden salir a jugar a la pelota afuera…Es hermosa sobre todo en días de calor, cuando es calma pero incesante, cuando nos permite tomar unos mates debajo de algún reparo a la intemperie…
He vivido muchísimos momentos hermosos bajo la lluvia, pero también he pasado momentos en que la he odiado.
Tengo dos recuerdos profundamente grabados en mi mente, imborrables, dolorosos.
Yo nací en el campo, viví hasta los cuatro años en un campo en las cercanías de Norumbega, un pueblo que ya solo le queda el nombre. A los cinco ya estaba viviendo en 9 de Julio, mis padres habían podido hacer una casita acá y habían vendido ese campo para comprarse 80 hectáreas “mejores” en las cercanías de Naon, en un paraje llamado “la colonia”. Tengo hermosos recuerdos de ese campo, que por ser mejor no dejaba de ser un campo que solo servía para criar vacas y en la que las lluvias afectaban bastante, por ser una zona baja.
Mi papá me llevaba siempre, me llevaba a laburar. Pero no por eso me de jaba de gustar. En esas idas al campo aprendí a manejar en la falda de mi viejo y luego ya me dejo manejar a mi e iba feliz porque podía ser el chofer de mi viejo. Aprendí a arreglar alambrados, molinos, a tapar bebederos desmoronados y a bañar las vacas con aceite quemado y gasoil para curarles la sarna.
Muchas veces íbamos hasta el campo en días calurosos y tapados de polvo, tanto que cuando cruzábamos alguna camioneta, teníamos que esperar al borde del camino porque no se veía si venía alguien detrás. Muchas otras en días de lluvia o posteriores, nos encajábamos con la Chevy naranja de papá y esperábamos a que algún vecino siempre solidario nos viniese a rescatar…y venían solo porque nos veían detenidos…no había celulares para pedir auxilio. Otras tantas cuando lográbamos pasar el barro del camino, dejábamos el auto en la tranquera de entrada y caminábamos hasta los corrales, hechos de madera cortada a mano por mi viejo, por el sendero de entrada…ese si que era intransitable…campo bajo…
Recuerdos…muchos…Si muchos, pero dos imborrables.
El primero era yo muy pequeño, no se cuan, siete u ocho años tendría…soy malo para las fechas.
Llovió, llovió mucho y durante días. Yo notaba la cara de angustia de mi padre pero no preguntaba, en esa época los padres no explicaban mucho y nosotros no preguntábamos tanto. Recuerdo que en una cena Papá le dice a mamá:
-Ahí conseguí 20 has, vamos a sacar las vacas mañana.
Al otro día cuando regreso del colegio, mi papá se estaba yendo al campo. Le pregunté si podía ir. Me dijo que sí. En esos tiempos los padres cuidaban de sus hijos compartiendo los riesgos del trabajo. Hoy se los cuida que no se suban a un molino, pero después se les compra una moto para que anden corriendo carreras y se desnuquen por ahí.
Fui…si fui y fue una increíble aventura. Lo que para mi familia era una desgracia, mi padre lo convirtió en una aventura y una enseñanza para mí. Hicimos el camino de siempre…no manejé ese día…mi padre iba callado y yo no pregunté. Vi mucha agua a los costados del camino y en los campos, pero a mí eso no me importaba mucho, en casa había estado calentito y sin mojarme ninguno de los días de lluvia, es más, contento porque uno de esos días me habían dejado faltar al colegio. Hicimos el camino, pero no llegamos a destino. Papá lo sabía…yo no. Recuerdo que después de una curva, que a mi me encantaba cuando manejaba, po que era cerrada y ponía a prueba mi incipiente aprendizaje, el camino se terminó. Adelante…lo que antes había sido camino, lo que antes habían sido campos…eran un enorme mar, que mis ojos de pequeño, no alcanzaron a comprender. Nos esperaban dos paisanos amigos de papá y un caballo ensillado para él. Dejamos el auto, se subió a la yegua y me hizo a grupas delante de él. Ahí aprendí que los caballos nadan…
Sería tedioso contarles toda la historia, pero recuerdo claramente que no supe cual era el campo nuestro. También recuerdo pasar por la escuela 28 que quedaba mil metros antes de nuestro campo y en la que en las tardes siempre veía chicos jugando en el polvo, maestras cuidándolos y caballos en su entrada…con el agua a la altura de las ventanas. No había nadie ahí ese día.
No supe cual era nuestro campo, pero cuando papá se bajo del caballo y con el agua a la cintura abrió el candado (que no veía por que estaba debajo del agua) reconocí las vacas que parecían estar esperándonos. Tenían los ojos tristes…deberían haber pasado días sin masticar un solo de esos pastos duros de los campos bajos… Entre los amigos y mi viejo arreamos las vacas por el camino, cruzamos la chevy que habíamos dejado parada a la vera y unas horas después las estábamos dejando en una pequeña chacra que había alquilado gastando sus últimos ahorros. Ese día aprendí que las vacas nadan…
Dos años después volví al campo. Me llamó la atención lo blanco del suelo…era salitre, salitre que había dejado la inundación y que estropeo el campo no solo por esos dos años, sino por unos cuantos mas.
Jamás olvidaré la experiencia de andar a caballo entre ese mar…era muy divertido. Jamás olvidaré los ojos tristes de mis padres en esos tiempos…Jamás olvidaré las miradas fijas de esas vacas, ni los huesos de los terneros desparramados por el campo, que vi dos años después cuando regresé.
La segunda experiencia, la viví unos diez años mas tarde, 18 o 19 tenía yo…mis padres hacían un enorme esfuerzo para que yo estudie en Buenos aires. Contador estudiaba…vivía con una tía, su pareja y su hijo, en una casona en Chacarita, donde abundaban los gatos, que mi tía amaba y, donde ella daba pensión en la parte de arriba a bolivianas y paraguayas que venían a trabajar de servicio domestico. MI tía además de la pensión, tenía un trabajo: Tiraba las cartas!!!! Vaya recuerdos…
En ese momento la lluvia, otra vez la lluvia y las inundaciones. Ya era mas grande y comprendía. Un fin de semana regrese acá a pasar unos días…No regresé a Buenos Aires. No tenía sentido, ni yo amaba lo que estudiaba, ni mis padres podían ya bancarme…estaban nuevamente inundados. No me dijeron que no podían, se enojaron con mi decisión…pero yo estaba completamente seguro. No quería mas ojos tristes, me propuse hacerme un futuro distinto y la peleé hasta hoy…no logre dejar de ver ojos tristes…pero se que hice algo para que una inundación no fuera la lagrima desahuciada de mis padres y nuestra.
Esa es mi historia con las lluvias a las que amo. Ahora veo las lagrimas de los que están inundados y me pone igual de mal. Pasaron muchos años…muchísimos…y todo sigue igual.
Hoy muestran las ciudades y pueblos…la gente pidiendo por favor que los ayuden…no entiendo nada….los que nos gobiernan no entienden nada!!!!
NO ENTIENDEN QUE UNOS COLCHONES Y UNOS PAÑALES NO CURAN LA TRIZTEZA DE LO PERDIDO, NO ENTIENDEN QUE LOS NENES QUE DEJAN SUS CASAS, NO SABEN QUE PASA, SOLO SABEN QUE NO SE PUEDEN LLEVAR CON ELLOS ESE JUGUETE CON EL QUE SE ENTRETENÍAN CUANDO SUS PADRES TRABAJABAN, NO ENTIENDEN QUE ESOS NIÑOS PIERDEN SUS MASCOTAS, ESAS MASCOTAS QUE A VECES ERAN SUS ÚNICOS COMPAÑEROS…NO ENTIENDEN QUE LOS GRANDES NO PIERDEN LO MATERIAL: PIERDEN LA FÉ, LA ILUCIÓN, LOS SUEÑOS, LAS GANAS DE RECONSTRUIR, RECONSTRUIR Y RECONSTRUIR!!!!!
PASARON DECADAS Y TODO SIGUE IGUAL…MEJOR DICHO: EMPEORA.
NO PUEDEN PASAR AÑOS Y QUE LA CULPA SIEMPRE LA TENGAN LOS DE ATRÁS O EL CLIMA QUE CAMBIA….QUE???? NO LO SABÍAN QUE EL CLIMA ESTABA CAMBIANDO????
ELLOS SEGUIRAN VIAJANDO EN PRIMERA….YO EL DÍA QUE MI PAPÁ ME LLEVO A CABALLO POR EL AGUA…CON APENAS 7 U 8 AÑOS…GRACIAS A SU FUERZA, A LA FUERZA DE UN CAMPESINO BRUTO, QUE APENAS HABÍA TERMINADO SEXTO GRADO, PUDE SENTIR QUE VIAJABA EN PRIMERA…
Amo las lluvias, amaba de chiquito jugar en el barro de la cuadra y que se nos vieran los ojos solamente, amé cuando llego el pavimento a mi casa… hacer barquitos y verlos irse y desaparecer en la alcantarilla de la esquina….
No entiendo como 300 milímetros en un país inmensamente rico,nos dejan tan desnudos y con los ojos tan tristes!!!!!
Marcelo petetta