(por Marianela Ríos – Agencia CTyS-UNLaM)
Actualmente, en Argentina, hay 6949 personas que necesitan un trasplante, según el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI). Sin embargo, el problema es el mismo que en cualquier parte del mundo: la balanza está desnivelada. Es que son más los pacientes que aguardan la llegada de un órgano que podría cambiarles la vida que la cantidad de donantes.
Para tomar conciencia sobre este panorama, cada 27 de febrero se conmemora el Día Internacional del Trasplante, una fecha en la que varios países realizan diferentes acciones para incentivar a que esa ecuación se equilibre. Y, en ese camino, también la ciencia hace sus aportes.
Ese es el caso de dos estudios llevados adelante por científicos del CONICET, cuyos resultados se dieron a conocer recientemente tras confirmarse su éxito. Ambos dan cuenta de los últimos avances que llevan el sello argentino y que representan hitos para la región y el mundo.
El primero de muchos
En 2011, Pablo Stringa, veterinario e investigador del CONICET en el Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP, CONICET-UNLP), leyó un artículo publicado por el cirujano pediátrico Francisco Hernández Oliveros, de España, y se contactó con él para aprender técnicas quirúrgicas de trasplante intestinal.
Seis años después comenzaron a trabajar juntos en lo que, ahora, acaba de marcar un antes y un después en la medicina: el primer trasplante de intestino en asistolia a nivel mundial. “En general, los donantes son personas que tienen muerte encefálica, pero su corazón sigue latiendo. En la donación en asistolia, en cambio, los pacientes tienen una parada cardíaca, lo cual es complicado porque los órganos se dañan rápidamente”, explicó Stringa a Agencia CTyS-UNLaM.
Si bien este tipo de trasplante ya se realizaba en riñón, hígado y corazón, el intestino era “el malo de la película”. “Coincidimos con Hernández Oliveros que había mucho mito alrededor de que el intestino no servía para este tipo de trasplante, así que con un gran equipo empezamos a hacer estudios experimentales en roedores y cerdos, y comprobamos que el órgano mantenía su funcionalidad y características anatómicas en ambos modelos”, relató.
Estos estudios preclínicos fueron imprescindibles para que el equipo de cirugía pediátrica del Hospital Universitario La Paz de Madrid, que dirige Hernandez Oliveros, lograra que la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), de España, autorizara llevar adelante el trasplante en una bebé de trece meses que lo necesitaba de manera urgente. La intervención resultó exitosa e ,incluso, destacó Stringa, se realizaron dos trasplantes más en los últimos meses.
“Que en menos de un año se haya podido aumentar de cero a tres donantes, por más que parezca poco, es un montón. Es verdad que España es vanguardista en trasplantes, pero Argentina es el país mejor posicionado de Latinoamérica y esperamos que se comience a utilizar acá y en todo el mundo”, alentó.
De animales a humanos, un paso más hacia los xenotrasplantes
El Laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía de la UBA fue el lugar donde comenzó a gestarse la idea, por parte de un grupo de científicos del CONICET, de modificar el material genético de un porcino, para convertirlo en posible donante de órganos.
En 2016 dieron los primeros pasos del proyecto que hoy cosecha sus frutos. En los últimos días, anunciaron el nacimiento de los primeros cerdos de Latinoamérica editados genéticamente, lo que, para los especialistas, representa un gran avance en el mundo de los xenotrasplantes, es decir, trasplante de células, tejidos u órganos de una especie a otra.
El cerdo es considerado el modelo más apto para trasplantes en humanos, ya que posee una serie de atributos fisiológicos similares. Sin embargo, ya fue comprobado que el órgano de un animal, tal como está en la naturaleza, no puede ser trasplantado en personas, ya que el cuerpo humano lo rechaza. Es por eso que comenzó a estudiarse la posibilidad de realizar modificaciones genéticas para avanzar en ese sentido.
“En el caso del cerdo, lo que sucede es que tiene unas enzimas, que son como herramientas que colocan azúcares en la superficie de los tejidos. Pero estos azúcares son reconocidos por el cuerpo humano como patógenos y atenta contra ellos. Por eso, lo primero que hay que hacer es eliminar esos azúcares, suprimiendo la funcionalidad de esas enzimas. Y, para ello, es necesario modificar su genoma”, explicó Laura Ratner, integrante del equipo e investigadora del CONICET.
Tras lograr una edición exitosa, ahora avanzan en otras modificaciones de genes para ayudar a aumentar la compatibilidad. “Es un avance inédito para la región y muy importante a nivel país, porque las técnicas necesarias para poder editar genéticamente un animal no son de uso común acá. Desarrollar este trabajo, coordinar con muchísimos profesionales y adquirir mayores conocimientos y formación de los recursos humanos abren el camino para seguir por esta vía”, concluyó.