La cuarentena nos da, según la arista que observemos, algunas conclusiones que trataremos de dilucidar.
La primera mirada que se me ocurre, y es bastante generalizada, es creer que nos iguala estar todos encerrados. Como no podemos deambular “estamos en idénticas condiciones”, entonces se articulan pensamientos de los que llamamos “ilusiones de verdad”. Pero la realidad no es así, el confinamiento depende de condiciones previas. Imagine cualquier situación antepuesta y arme una historia.
Hay cosas que parecen comunes. Por ej. hemos descubierto que tenemos guardadas en nuestras casas un montón de cosas que ni sabemos y no tenemos idea para que las tenemos, pero dispuestos a ordenar eliminamos lo mínimo. Entre las cosas, cuadernos de los chicos en 1er grado, “ropita” de cuando era bebé y el pibe ya tiene treinta años, juegos de niños, cartas que vuelven a su lugar por si los chicos los quieren guardar ¡¡¡que van a querer esas cosas!!!
Otra arista, el CHISTE. En 1905 Freud pensó que las bromas o chistes o como se llame era más que representar la realidad de una forma graciosa, escribió un libro en el que escarba y analiza las características, los elementos y las motivaciones que hay detrás de esos chistes cotidianos de los que la mayoría nos reímos. Pensó que quizás revelaban más de lo que podíamos ver en su superficie. “El humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo”. Dígame si no ha visto los miles de chistes sobre la cuarentena, y como dice el Darwinismo, no sobrevive el más fuerte sino el que mejor se adapta y si el humor es adaptación nos reímos un rato.
De cualquier manera todos los individuos reaccionamos diferente en base a mecanismos de defensa individuales que presentaran distintas respuestas.
Pero la cuarentena no es igual para todos, imagínese una difícil convivencia previa, un suplicio…la ansiedad, hipocondría, insomnio, todo puede complicar estar bajo el mismo techo.
De repente una gran cantidad personas se da cuenta que tiene sueños postergados y ahora está en peligro. Las palabras no dichas, declaraciones de amor, la incertidumbre por el mundo que viene, todo eso nos afecta de muchas maneras.
Estamos cargando de recuerdos que vamos a llevar toda la vida, están asociados a hechos inesperados que los recordaremos por siempre, se fijan en el cerebro ligado al estrés.
Estos recuerdos enganchan en nuestro cerebro, y es como si recuperase fotografías de los momentos vividos, aparentemente en la corteza pre frontal aparecen mecanismos para eliminar esos malos recuerdos con el recuerdo de cosas positivas, por ej. los aplausos a los médicos en el balcón. Dicen los psicólogos experimentales que buenos recuerdos matan malos recuerdos.
Hay una cosa que me llama poderosamente la atención y sobre lo que habrá que reflexionar. Y son las cosas que no hacemos y que se nos manifiestan ahora, que no podemos hacerlas, pequeñas cosas que por lo general tienen que ver con lo afectivo, que hemos postergado en el engranaje de nuestras ocupaciones diarias y ahora ante la imposibilidad de hacerlas resalta la carencia.
Saldremos de esto diferentes, con nuevos hábitos y comportamientos, ni más buenos, ni más malos, DISTINTOS…