Se hace difícil tratar de escribir de las cosas buenas que pasan en el campo cuando una parte de él está en agonía, con una sentencia de muerte que, hasta hoy, nadie pareciera tener voluntad de revocar. Si, se trata de los tambos.
La crisis que viene sufriendo el productor tambero lleva más de 18 años. La razón principal está en la falta de políticas públicas y la poca seriedad con la que los estados provinciales han tomado el tema a la hora de evaluar el daño que provoca en el sistema productivo de la provincia, la desaparición de los tambos. Cada tambo que cierra es una pequeña comunidad productiva que engrosa los índices de desocupación. Por lejos el tambo es la actividadque más empleo y arraigo genera en los campos del interior. Cada tambo que cierra se traduce en escuelas rurales sin alumnos, familias migrando a las ciudades y un modo de vida que se ve alterado sin ninguna posibilidad de evitarlo.
En los años en que gobernó el Kirchnerismo desaparecieron 4903 tambos. En la era Cambiemos, el último año se cerraron 458 tambos, lo que representa un promedio de más de un tambo por día, igual que antes. Eso deja claramente expuesto que el problema de la producción de leche sigue sin que nadie tome cartas en el asunto de manera concreta.
Por parte del estado hay anuncios, mesas de diálogo, promesas de un futuro que no llega, proyectos y deseos de todo lo que podemos llegar a ser algún día, del otro lado… del otro lado hay una desilusión que es tan profunda y tan difícil de digerir que el silencio le gana a muchos, que se encierran a tratar de encontrar una solución mágica que les indique como salir del quebranto. Unos pocos quedan en la trinchera luchando y repitiendo una y otra vez hasta el hartazgo la situación.
El precio promedio pagado al productor fue de $ 6,50 por litro, mientras que el costo de producción ronda los $8. El productor cobra a los 30/60 días de la entrega según antojo de la industria que recepciona, mientras afrontan los costos de producción donde el 82% cotiza en dólares, y ustedes ya saben lo que nos pasa con el dólar para que les voy a contar de eso.
Hoy existen unas 1.400 empresas de usinas lácteas pero la demandarecae en cuatro firmas que compran el 55% de la leche cruda y representan el 86% del volumen de ventas. Ante esta realidad comercial la respuesta del estado ante la queja de los productores es que como estado no van a arbitrar con la industria para que el precio sea un acuerdo de partes.
El rol del estado es hacer que las relaciones entre privados sean equitativas, que el Ministro diga que no va a arbitrar con la industria es una clara postura de no cumplir su función como poder ejecutivo.
En lechería no cambiamos nada, otro gobierno, otro ministro pero las mismas prácticas de ceguera y sordera entre una producción que se desangra y una industria que puede hacer lo que quiera como quiera con total tranquilidad bajo la amenaza de subir el precio en góndola de un producto de primera necesidad y sumamente sensible a la opinión pública.
Hablar de tambo hoy es doloroso, duele en las entrañas observar como tanta gente querida se siente en un laberinto tratando desesperadamente de encontrar una salida, chocando una y otra vez con un camino que se cierra. Duele la desesperación de quienes llevan en su voz la de todos los que quedan en el camino, voz que se convierte en grito y muchas veces termina en lágrimas a la salida de una reunión. Lagrimas de impotencia. Parece mentira la falta de empatía de quienes hasta no hace mucho tiempo formaban parte del reclamo. Como si se tratara de una leyenda urbana nos toca una vez más asistir como espectadores a la trasformación camaleónica que ejerce la función pública, donde milagrosamente los discursos cambian y toman un tinte burocrático que los pone lejos de la realidad. Una leyenda urbana donde la soberbia y la falta de humildad nos deja un sabor amargo y unos nombres más en la lista donde están los que no nos cumplieron la palabra, porque si algo se los impide, es un acto de grandeza política decir la verdad.
Como decía el General San Martin, «La Soberbia es una discapacidad que suele afectar a Pobres Infelices Mortales, que se encuentren de golpe con una miserable cuota de Poder¨.Aunque lamentablemente es como la estupidez, rara vez le duele al estúpido.