El inicio de las vacaciones de invierno puede provocar un gran quiebre en la rutina diaria de la mayoría de los hogares con menores en edad escolar. Que ellas y ellos, sobre todo adolescentes, ya no tengan que cumplir ciertos horarios, al menos por dos semanas, pueden transformarse en una circunstancia para que dejen de realizar algunas actividades esenciales como ejercitarse y continuar con los hábitos alimentarios adquiridos. Durante las mañanas de invierno, las bajas temperaturas hacen que levantarse de la cama se convierta en una misión imposible.
Durante el receso invernal suelen dormir más, porque no hay alarmas ni horarios por los que madrugar. Los hábitos se dejan de lado y el desayuno se superpone con el almuerzo. Frente a este contexto, desde el Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires se ofrecen algunas recomendaciones de acuerdo al patrón alimentario de las y los menores y sus familias.
Si bien las vacaciones de invierno alteran la vida diaria de una familia, también representan una oportunidad para volver a disfrutar de comidas caseras que, por falta de tiempo, cada vez están menos presentes en los hogares.
“Es importante cuidar los hábitos alimentarios adquiridos durante el año, tratar de respetar las cuatro comidas principales y evitar pasar mucho tiempo sin ingerir alimentos o agua”, recomendó la licenciada en Nutrición (MP 6111), Mirla Lucero, matriculada en el Colegio de Nutricionistas bonaerense. Y agregó: “Alimentos como la leche, yogur o queso aportan proteínas y calcio, necesarios para la salud ósea. Además, están fortificados con Vitamina D, nutriente clave cuando la exposición a la luz solar es menor”.
Asimismo, la nutricionista también sostuvo que “dada las bajas temperaturas del invierno, se puede aprovechar para preparar sopas cremas y tartas de verduras como la espinaca, el zapallo, los espárragos, zanahorias y el brócoli. Estas comidas pueden prepararse con verduras de estación y se destacan por sus aportes de vitaminas, minerales y fibra, sustancias que estimulan el sistema inmune”.
Por su parte, las legumbres combinadas con cereales integrales aportan la energía necesaria a lo largo del día y la fibra para activar y mantener sana la microbiota intestinal.
La participación activa de niñas, niños y adolescentes en actividades culinarias fomenta su imaginación y les enseña a valorar y cuidar los alimentos. Por ejemplo, se pueden amasar panes caseros, galletitas y budines, con el aporte de frutas y/o lácteos y así lograr incorporar estos valiosos alimentos y sus nutrientes.
En definitiva, involucrar a toda la familia en la cocina, elegir ingredientes frescos y de estación, y disfrutar de las comidas juntos son claves para fortalecer la salud y el bienestar de todos los miembros del hogar.
(Colegio de Nutricionistas PBA)