El 3 de junio, Argentina celebra el Día del Inmigrante Italiano, honrando a los inmigrantes cuya cultura y esfuerzo forjaron la identidad y desarrollo del país.
(por Germán Molkuc)
Cada 3 de junio, Argentina celebra el Día del Inmigrante Italiano, en coincidencia con el nacimiento de Manuel Belgrano, uno de los padres de la patria, en esa misma fecha de 1770. Belgrano era hijo de Don Doménico Belgrano y Peri, un hombre de origen genovés que se trasladó a Argentina para establecerse como comerciante.
La gran inmigración italiana
Entre 1860 y 1930, Argentina recibió una ola migratoria sin precedentes, aproximadamente seis millones de europeos, de los cuales la mayoría eran italianos. Este movimiento migratorio, conocido como «la gran inmigración», cambió para siempre el paisaje social y cultural del país, se produjo en un momento en que Argentina se consideraba un país poco poblado y en crecimiento económico. Y es que el país fomentaba la inmigración europea, ofreciendo oportunidades de crecimiento a quienes huían de la miseria, las hambrunas y la guerra en Europa.
La puerta se abrió a los europeos con la modificación de la Constitución Nacional en 1853, inspirado en las ideas de algunos pensadores y políticos argentinos, como Juan Bautista Alberdi y su obra «Bases y puntos de partida para la Organización Política de la República Argentina». Esta reforma garantizaba los derechos de aquellos extranjeros que llegaran con la idea de trabajar duro para el crecimiento del país, estableciendo que: «El gobierno Federal fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes».
Por otro lado, durante el gobierno de Nicolás Avellaneda en 1876, se promulgó la llamada «Ley Nacional de Inmigración y Colonización» (o simplemente «Ley Avellaneda»), que establecía que los inmigrantes gozaban del derecho a recibir alojamiento gratuito durante cinco días luego de su llegada al país (en el Hotel de Inmigrantes, a poca distancia del puerto de Buenos Aires), cubierto íntegramente por el Estado, y transporte gratuito a donde desearan trasladarse. Lamentablemente, esta ley no pudo continuar durante mucho tiempo dada la escasez de fondos en el tesoro nacional.
Viviendo en conventillos, viviendas colectivas donde compartían espacios con otras familias en condiciones precarias (y donde a veces debían turnarse para dormir), muchos inmigrantes enfrentaron condiciones de vida bastante duras desde el comienzo. Pocos alcanzaron la tan ansiada prosperidad, sin embargo, sus hijos, sus nietos y hasta biznietos -que representan casi el 70% de la población del país- ven los frutos del sacrificio y el trabajo duro de sus predecesores.
La influencia italiana en la cultura argentina
La afluencia de inmigrantes italianos dejó marcada su impronta a fuego en la cultura argentina, especialmente visible en el lunfardo, que mezcla principalmente palabras en español e italiano. El lunfardo, nacido en el Río de la Plata a principios del siglo XX, era la jerga que utilizaban los delincuentes (dado que lunfardo significaba «lombardo», que eran considerados ladrones) y floreció hasta alcanzar a las clases bajas y medias, con más de seis mil vocablos y frases. Así fue como nacieron palabras como «fiaca» (de fiacca, pereza), «laburo» (de lavoro, trabajo), «pibe» (de pivetto, muchacho) y «morfar» (de morfa, boca) son apenas algunos ejemplos del legado lingüístico que nos dejaron los italianos.
Además de las palabras, platos de origen italiano como la milanesa, los ñoquis y la pizza se convirtieron en elementos fundamentales de la identidad argentina, por no mencionar que tanto los italianos como los argentinos son conocidos por hablar gesticulando con las manos. De hecho, entre los gestos más comunes que los argentinos tomaron prestado de los italianos está el «montoncito», con la mano moviéndose en sentido vertical con los dedos pellizcados hacia arriba.
La gran inmigración europea cambió para siempre cómo Argentina y gran parte de América quedaron conformadas. Al día de hoy, de todos los países en donde emigraron habitantes de Italia, Argentina tiene la comunidad más grande del mundo, y los cambios que trajeron desde su país en forma de bota se mantienen adamantinos incluso luego de varias generaciones. Por eso, el Día del Inmigrante Italiano se convierte en la oportunidad ideal para recordar la contribución de los inmigrantes al desarrollo y la identidad de Argentina, reconociendo que la riqueza cultural del país se debe en gran medida a quienes llegaron desde muy lejos con sus sueños y esperanzas.
(Urgente 24)