Aproximadamente uno de cada cuatro adultos desarrolla síntomas de insomnio cada año. En la mayoría de los casos, estos son pasajeros y tienen su origen en cosas como el estrés o alguna enfermedad, pero se calcula que uno de cada 10 adultos tiene insomnio crónico, lo que se define como la dificultad para conciliar el sueño o mantenerse dormidos al menos tres veces por semana durante tres meses o más.
La privación del sueño no solo genera problemas de salud física, sino que también puede afectar la mente. Por ejemplo, una encuesta reciente de la Fundación Nacional del Sueño reveló que existe una relación entre la mala salud del sueño y los síntomas de la depresión. Además, hay estudios que demuestran que la falta de sueño puede hacer que las personas sanas experimenten angustia y ansiedad. Por fortuna, existe un tratamiento bien estudiado y probado contra el insomnio que casi siempre funciona en ocho sesiones o menos: la terapia cognitivo conductual para el insomnio (TCC-I).
Si no es posible encontrar un especialista en TCC-I, en internet es sencillo acceder a las instrucciones para la TCC-I. Sin embargo, casi nunca es lo primero que prueba la gente, comentó Aric Prather, un investigador en el área del sueño en la Universidad de California, campus San Francisco, que se dedica a atender pacientes con insomnio.
Más bien, las personas casi siempre recurren a los medicamentos. Según una encuesta de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, más del 8 por ciento de los adultos mencionaron tomar fármacos para dormir todos los días o la mayor parte de ellos para conciliar el sueño o mantenerse dormidos.