Pocas veces un presidente instaló en su mandato una felicidad popular de tal pluralismo y de tal magnitud cívica. Parte de nuestra sociedad, injusta, voluble e ingrata, – como seguimos siendo ahora – eligió la banalidad de relegarlo al olvido, de minimizar su grandeza. Nosotros elegimos recordarlo tal como fue. Nos quedamos con otro Alfonsín:
Con el del memorable Juicio a las juntas creando un precedente histórico, no sólo en Argentina, sino en toda Sudamérica, donde las sistemáticas usurpaciones del poder por los uniformados siempre habían terminado con la impunidad de los autores. Con el del inolvidable preámbulo. Con el que no pudo resistir el embate de los conspiradores económicos. Nos quedamos con Alfonsín y no con sus negadores. Nos quedamos hasta con el Pacto de Olivos, porque la política no es un diseño de molde, sino un devenir de decisiones que se toman sin guantes y con el mango de la sartén al rojo vivo. Siempre nos quedamos con los políticos antes que con los antipolíticos que dan sermones desde una pretendidamente imparcial pantalla. Nos quedamos, en fin, con su humildad que agranda su figura con el paso del tiempo
Alfonsín es un presidente que le da rango a la democracia y a la política. Un tipo sin odio; sin impostaciones patrióticas. Y un ciudadano sin fatuidad de palco, ni de retórica de patronal ni de elite.
Su gobierno normalizó las Universidades nacionales, concluyó el conflicto del Beagle, apoyó el avance democrático en Centroamérica, modernizó la institución familiar con las leyes de patria potestad y divorcio vincular, instauró un Plan Nacional de Alfabetización, procuró democratizar la representación de los trabajadores, comenzó la integración con Brasil dando origen al Mercosur; buscó la descentralización administrativa y la refundación de la administración.
Su figura debe orientarnos hacia el fortalecimiento de la dimensión institucional de la política y a la reivindicación de la militancia democrática como acción colectiva necesaria para la construcción de una sociedad libre, igualitaria, abierta y solidaria.
A los grandes hombres no se los recuerda por actos desperdigados a lo largo de su tiempo. Quedan en la memoria de su pueblo por una vida coherente entre lo que dijeron y lo que hicieron.
Rodolfo Menéndez
Presidente
Comité de Distrito 9 de Julio