Jordania, el exotismo sin fin…
(Por Cecilia Lastiri)
No es fácil abordar un destino con la belleza y el exotismo de Jordania. Los indescifrables colores de sus montañas, junto con las insólitas formas de sus cuevas y la seductora desolación de sus desiertos conforman una fisonomía única, que supera la capacidad de asombro del turista.
Ubicado en el centro del mundo árabe, este país limita al norte con Siria, al noreste con Irak, al este y al sur con Arabia Saudita y al oeste con Israel. En sus 96 mil km² –en los que se combinan a la perfección lo antiguo y lo moderno, la historia y el progreso– existen maravillosas ruinas, antiguos anfiteatros y templos, cuevas laberínticas y castillos medievales que –junto con la zona desértica del sur, el Mar Muerto y las playas del golfo de Aqaba–, representan para el viajero acostumbrado sólo a destinos tradicionales el ingreso a un mundo nuevo, aunque paradójicamente se encuentre en un territorio cuya historia se remonta a los orígenes de las más remotas civilizaciones.
EL ASOMBRO COMIENZA EN AMMÁN. Al caminar por las calles de Ammán, la capital de Jordania, el visitante se maravilla por los contrastes entre lo inmortalmente primitivo y la pujante modernidad. El lujo de las grandes cadenas hoteleras convive con fascinantes monumentos históricos y ruinas como la torre amonita de Rujm el Malfouf, la iglesia bizantina de Sweifiyah, la Ciudadela o Kalaa, el templo romano de Hércules y el Palacio Omeya.
Una de las edificaciones que sobresale es el Teatro Romano, localizado en el centro de la ciudad. Se trata de un monumental anfiteatro con capacidad para 6 mil espectadores en el que aún se pueden presenciar espectáculos culturales y que sorprende por su inmejorable estado de conservación. Las casas y los edificios de la zona céntrica están construidos en un estilo típicamente occidental, pero esta fisonomía es quebrada por la particular arquitectura de las mezquitas: sus cuidados trazados, los distintos motivos, detalles y colores de sus piedras y sus altas torres resaltan en el paisaje urbano. Entre ellas se destacan la denominada Abu Darwish y la dedicada al rey Abdullah, curiosamente erigida hace apenas 21 años.
Uno de los sitios que no debe dejar de visitarse es el Museo Arqueológico Nacional de Ammán. Ubicado en la colina de la Ciudadela, posee colecciones con restos de todas las épocas atravesadas por el hombre en esta región. En sus salas es posible contemplar extraños sarcófagos de barro cocido -que se remontan a la Edad de Hierro-, esculturas del período Nabateo y cientos de estatuas y objetos de los tiempos bizantinos e islámicos. Pero uno de los tesoros más preciados de este lugar son los rollos manuscritos del Mar Muerto, una serie de textos en hebreo considerados los más antiguos que se han encontrado hasta ahora.
EL HECHIZO DE PETRA. Si Ammán atrapa a primera vista, Petra directamente hipnotiza. El Siq, que es el sugestivo camino de acceso a la ciudad, es un extraordinario laberinto rocoso, una gigantesca hendidura entre dos montañas, transitado principalmente por hombres montados en camellos.
No es ninguna exageración afirmar que ésta es una de las ciudades más originales y exóticas del mundo.
Fundada hacia el final del siglo VII a. C. por los edomitas, fue ocupada en el siglo VI a. C. por los nabateos, gracias a quienes prosperó notablemente debido a su ubicación privilegiada en la ruta de las caravanas que llevaban el incienso, las especias y otros productos a Siria, Egipto Arabia y el sur del Mediterráneo. En el siglo VIII, el cambio de las rutas comerciales y varios terremotos determinaron que sus habitantes la abandonaran y partieran en busca de un mejor porvenir en regiones cercanas. Fue así que, aunque cueste creerlo, cayó en el más rotundo de los olvidos hasta que fue redescubierta por un explorador suizo en 1812.
Conocida como La Ciudad Rosada, su fisonomía se caracteriza por los monumentos esculpidos en las rocas de los alrededores. Uno de ellos, Al Khaznah (El Tesoro), es la magnífica fachada de una tumba adornada con columnas y estatuas del siglo I d.C. Pero el primer monumento nabateo que aparece ante los turistas es la Tumba de los Obeliscos, cuyo diseño sobre las piedras –al igual que el del resto de las tumbas– deja perplejo a todo aquel que se acerca. Y lo mismo ocurre con el Monasterio (Deir), que es el monumento más perfecto e imponente de Petra. El recorrido habitual incluye visitas a las tumbas del Frontón, del Soldado Romano, del Renacimiento, de Los Leones, la llamada Turkmaniyah, la de Sexto Florentino (gobernador romano de Petra), la Corintia y la increíble tumba Palacio, con cuatro entradas y tres pisos. Cada una de las fachadas, con sus distintos adornos, decoraciones y formas, es un rotundo ejemplo artístico del arte de la escultura. Otros lugares de interés son el Templo del Jardín, el Sitio Alto de los Sacrificios y el Museo Arqueológico de Petra.
MAR, PLAYAS Y DESIERTO. Para complementar semejantes paisajes, qué mejor que alternativas de mar y playa. Jordania no sólo ofrece turismo histórico y cultural sino que también permite disfrutar de sitios naturales. Con una superficie aproximada de 1.300 km², el Mar Muerto tiene la particularidad de encontrarse -precisa y paradójicamente- a 392 m. por debajo del nivel del mar y ser el punto más bajo de la Tierra. Además, se diferencia de otros mares y océanos por la densidad de sus aguas: el alto porcentaje de elementos sólidos y su elevado contenido salino permiten flotar a cualquier persona, aun a aquellas que no sepan nadar. Como su nombre lo indica, no hay vida en sus profundidades, pero como contrapartida es famoso también por sus propiedades curativas. En su fondo yacen las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra, que desaparecieron bajo las aguas en el año 2000 a. C debido a un terrible terremoto.
En este contexto, es obligatorio conocer Áqaba, una de las pocas ciudades costeras del país. Se trata de un importante enclave turístico con un hermoso y prolijo puerto y animadas callecitas llenas de mercados de frutas y verduras. Recostada sobre una bahía, tiene una excelente zona de playas en cuyas aguas abundan los arrecifes de coral y una extravagante fauna submarina, famosa entre los expertos del buceo. El mejor lugar para esta práctica es el Royal Diving Center, ubicado a 15 km. de la ciudad. La estadía en Áqaba es ideal para combinar días de relax bajo el sol en los balnearios con excursiones en barco o al desierto.
En cuanto a este, ocupa más de dos tercios de la superficie total de Jordania. Al sur del territorio se encuentra el llamado Wadi Rum, un fantástico fenómeno geológico con arenas de varios colores que dibujan excéntricas formas y un territorio irregular formado por montañas y regiones rocosas. En diferentes puntos de su extensión es común ver campamentos nómades, pero lo que más sorprende es el constante juego de los colores de la arena con las distintas tonalidades del cielo según las horas del día.
Exótica y añeja tierra que a la vez conoce la modernidad, Jordania es un destino que no sólo deslumbra al visitante sino que lo traslada en el tiempo, dándole la oportunidad de vivir una experiencia extraordinaria que va mucho más allá del simple viaje turístico.