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lunes, 25 noviembre, 2024

Juan Manuel de Rosas, brigadier general y restaurador de las leyes e instituciones de la provincia de Buenos Aires

(Por Gustavo Zandonadi)

El 25 de enero de 1830 la Sala de Representantes bonaerense concedió al gobernador Juan Manuel de Rosas los títulos y honores con los que pasó a la historia. A partir de ese día Rosas fue restaurador de las leyes e instituciones de la Provincia de Buenos Aires.

La concesión de estos títulos al gobernador era una suerte de cheque en blanco que le otorgaban los diputados para que Rosas pudiera hacer lo que quisiese sin necesidad de rendir cuentas. A partir de entonces el poder legislativo pasó a tener una incidencia menor en la vida institucional bonaerense. En otras palabras, Rosas se convirtió en dictador.

La crisis como justificación de la concentración de poder

El 8 de diciembre de 1829 la Sala de Representantes confió el Poder Ejecutivo de la provincia de Buenos Aires a Juan Manuel de Rosas. Pero el nuevo gobernador no quería ser uno más, como lo fueron sus antecesores. La gravedad de la crisis desatada apenas un año antes con el crimen de Manuel Dorrego impulsó a Rosas a exigir mayores atribuciones para poder tomar enérgicas medidas que alejen al fantasma de la anarquía.

Haciéndose eco de la advertencia del gobernador, quién allá por 1820 (mucho antes de dedicarse a la actividad política) había declarado públicamente su «Odio eterno al tumulto, amor al orden y obediencia a las autoridades constituídas», se lanzó a discutir un proyecto para dotar al titular del Ejecutivo bonaerense de facultades extraordinarias.

El debate culminó el 25 de enero de 1830. Rosas recibió un poder extraordinario, nunca antes concentrado en una sola persona, en el Río de la Plata. De poco sirvió la oposición de los diputados Martín Irigoyen y Juan Valdés, que a pesar de ser federales como Rosas, se pronunciaron en contra observando que la medida era violatoria de los principios republicanos.

Rosas y los excesos de la mano dura

Como marcas registradas de la gestión de Rosas al frente de la provincia se puede señalar el orden en todos los niveles de la administración, la austeridad en el manejo de los recursos, la confusión entre el Partido Federal y el Estado, la persecución a la oposición y por último, el uso obligatorio de la divisa rojo punzó y el culto a la personalidad del líder.

Para sus detractores, ése es el Rosas que inclina la balanza a la hora de establecer un juicio histórico sobre su paso por la vida pública argentina. En cambio, para sus acólitos prevalece el Rosas que en inferioridad de condiciones se animó a desafiar a las potencias navales de su época, defendiendo la soberanía nacional aún cuando se preveía una derrota.

¿Por qué la figura de Rosas quedó en el bronce de la historia argentina?

La llegada de Juan Manuel de Rosas al gobierno de la Provincia de Buenos Aires no fue casual. En el devenir histórico de la Argentina la aparición de un liderazgo fuerte viene a compensar un período previo caótico y anárquico. Rosas no tomó la decisión de meterse en política una semana antes.

Su lanzamiento a la vida pública fue fruto de una acumulación de prestigio y poder en la campaña bonaerense, forjada al calor de los desencuentros políticos y la poca habilidad de la dirigencia de la época para poner rumbo hacia la unidad nacional capaz de contener a Buenos Aires y al interior bajo el mismo paraguas.

Años atrás, cuando su fama empezaba a crecer, apoyó al buen gobierno de Martín Rodríguez y tuvo una activa participación en las negociaciones que concluyeron en la firma del Pacto de Benegas, hecho que según Carlos Floria y César García Belsunce en su libro Historia de los Argentinos-Tomo 2, lo convirtió en campeón de la paz.

Juan Manuel de Rosas era la representación de los sectores humildes. En ese sentido el paralelo que respetados historiadores trazaron entre Rosas y Perón es un acierto. Pero también representaba a los hacendados, por serlo él también y por ser el hombre de la clase propietaria más respetado y querido por la peonada.

Como suele suceder en historia no hay un único Juan Manuel de Rosas. Existen todos los que nos permite la entelequia que crean los amantes de la historia con la interacción de los personajes en el pasado.

(Agencia Nova)

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