Los científicos demostraron que el deseo de hacer ejercicio no se reduce a la fuerza de voluntad. De hecho, hasta la composición del intestino tiene un papel.
Aunque todas las personas saben que el ejercicio es necesario para la salud y el bienestar, no solo depende de la fuerza de voluntad. De hecho, científicos acaban de descubrir nuevos actores involucrados en este proceso: las bacterias del intestino.
Estudios realizados en ratones publicados ayer (14 de diciembre) en Nature sugieren que estos microbios podrían estar detrás de las diferencias entre individuos en el deseo de hacer ejercicio.
¿A qué se debe? Un factor clave para estimular el interés por el deporte es el placer motivador que se desencadena por los cambios neuroquímicos inducidos en el cerebro. La investigación postula que la conexión intestino-cerebro puede propiciarlo al aumentar la señalización de dopamina.
El hallazgo «establece cuán crítico es el microbioma para el ejercicio y profundiza increíblemente en proporcionar una nueva conexión intestino-cerebro», dijo a Science Aleksandar Kostic, microbiólogo de la Escuela de Medicina de Harvard, que no participó de la investigación.
Por su parte, el autor principal Christoph Thaiss de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, señaló a Science que “si podemos confirmar la presencia de una vía similar en los seres humanos, podríamos ofrecer una forma eficaz de aumentar los niveles de ejercicio de la gente para mejorar la salud pública en general».
Dopamina, cerebro y ejercicio
El equipo de Thaiss estudió ratones criados para tener mucha variación genética y de comportamiento. Encontraron una diferencia de más de cinco veces en la distancia que los ratones corrían sobre ruedas en sus jaulas: algunos recorrieron más de 30 kilómetros en 48 horas, mientras que otros rara vez se movían.
Los ratones activos y perezosos no mostraron diferencias significativas en su genética o bioquímica, pero cuando los trataron con antibióticos, aquellos que normalmente tenían mucha energía tendían a hacer menos ejercicio.
En efecto, vieron que el fármaco afectó los cerebros, así como la actividad de ciertos genes que generó que cayeran los niveles de dopamina, un neurotransmisor que se ha relacionado con el “subidón”, la sensación de bienestar que acompaña al ejercicio prolongado.
En contraste, los científicos también descubrieron que los ratones que carecían de bacterias intestinales se volvían más activos cuando se les administran algunos de los microbios de los animales más vigorosos.
Con todo, instaron a ser cautelosos dado que los experimentos se llevaron a cabo en ratones, cuya estructura muscular y la bioquímica difieren de las de las personas. “Sería extremadamente cauteloso al extrapolar cómo se relacionan estos resultados con la fisiología humana”, recomendó Juleen Zierath, fisióloga del Instituto Karolinska, en diálogo con Science.
¿Cómo alimentar las buenas bacterias intestinales?
Estudio tras estudio se ha confirmado la importancia de la fibra propia de los alimentos vegetales, para prevenir diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer, para controlar el peso y hasta para la salud mental.
En términos generales, la fibra es cualquier carbohidrato que el cuerpo no puede digerir. Cuando una persona se alimenta, el sistema digestivo usa varias enzimas para descomponer la grasa, los carbohidratos y las proteínas que contienen.
La energía resultante mantiene al cuerpo en funcionamiento. Gran parte de lo que queda consiste en carbohidratos que no se digieren: esta es la fibra.
La fibra se encuentra en la mayoría de los productos no cárnicos sin procesar, como frutas, verduras, legumbres y cereales integrales.
(Urgente 24)