El castillo de Epecuén, recordado por quienes visitaron el balneario en la época de su apogeo no fue una estrategia turística para atraer más visitantes ni una demostración de poder o de riqueza de algún acaudalado de las pampas. Por el contrario, la impronta femenina que delinea su historia lo hace único.
La misteriosa mujer que mandó a levantar sus paredes y que llegó a vivir en él unos pocos años, tiene nombre, apellido y título nobiliario: fue la princesa Ernestine Marie Leontine Allaire.
Nacida en Francia el 6 de febrero de 1874, llegó a Argentina en 1910 y en 1911 se casó en segundas nupcias con el príncipe ruso Serge Nicolas Mestchersky, quien le concedió el poder absoluto de manejar sus bienes.
Si bien se desconocen las causas del arribo de la princesa a nuestro país se especula que pudo haber sido con el afán de cuidar y desarrollar los negocios de su esposo.
El halo de misterio que la recubre se acrecienta porque, pese a las investigaciones recientes sobre su historia, hasta el día de hoy no se han hallado fotografías de la princesa.
Según el historiador Gastón Partarrieu, autor del libro Epecuén, historia de sus años dorados (1921-1956) era una mujer fuera de lo común.
«Ella, tras relacionarse con altas esferas desde lo social y lo sentimental, logró una buena posición socio-económica. Esto le permitió desarrollar actividades y negocios no comunes entonces para su género”, narró en su libro.
¿Qué la llevó a construir un castillo en Epecuén, de entre todas las opciones que tenía a su alcance dados sus recursos? ¿Por qué eligió a este entonces próspero balneario argentino para elevar semejante mole que despertó la admiración y curiosidad de millones de visitantes?
Al parecer, y según cuenta la tradición oral, la princesa quedó cautivada por el paisaje y las propiedades medicinales de la laguna y, por ello, mandó a edificar esta casa de veraneo, que parece sacada de un cuento, y que no tenía nada que envidiar a similares versiones europeas.
Pero el castillo era más que su excéntrica vivienda, era la carta de presentación de un proyecto inmobiliario ambicioso: la Radium Ville, diagramada como una villa de hoteles y pensiones.
La idea de Ernestina era lotear el amplio terreno adquirido y vender estos lotes a quienes desearan realizar inversiones allí, sobre todo hoteleras, con la promesa de una pronta recuperación de capital. Para atraer a estos inversores, también edificó destacados chalets de estilo europeo.
La princesa no tuvo hijos y se divorció del príncipe ruso en 1921. Fue tras el divorcio que decidió mudarse del establecimiento rural Las Isletas, en Córdoba, donde residía, y radicarse en Epecuén.
“Promediando el año 1922 adquiere a Don Celedonio Neira, los lotes X y XI de la chacra 54de la circ. II de Adolfo Alsina, sobre la costa de la laguna Epecuén”, detalló Partarrieu.
El autor comprobó que, tras realizar la subdivisión del terreno, Ernestina vendió un lote a su hermano Fernando quien levantó el primer hotel en la costa de la laguna, el Plage Hotel, por mucho tiempo uno de los más importantes.
El primer loteo de 104 lotes, y el único en el que la mujer pudo estar presente, fue en 1928. El castillo de Epecuén fue una de sus últimas inversiones (antes operó en Europa, Paraguay y otros puntos de Argentina) ya que falleció en 1929, por “problemas bronquiales y pulmonares”, según consigna su acta de defunción, probablemente afectada por tuberculosis.
Tenía cuatro hermanos, dos de los cuales, Fernando y Federico, también se establecieron en Epecuén y siguieron adelante con prósperos negocios.
De padre cerrajero y madre ama de casa, esta pionera supo imponerse en un mundo en que los hombres tenían dominio sobre los aspectos públicos, privados y comerciales más relevantes de las sociedades y dejó su huella en nuestra región.
En su testamento, la princesa legó parte de sus bienes a la Sociedad de Beneficencia Francesa y Filantrópica del Río de La Plata, que administraba el Hospital Francés.
El castillo de Epecuén fue adquirido por uno de sus hermanos en 1933 y luego vendido a Elena Horvath, a quien muchos confunden con la propietaria original y por eso la llaman “la princesa húngara”.
Poseía una laguna artificial con dos puentes (uno de ellos para carruaje) y una gruta con una imagen de la Virgen de Lourdes, patrona de los enfermos.
Tenía un castillo más grande en el sur de Córdoba
Las investigadoras cordobesas Rita Gerbaudo (escritora autodidacta e historiadora de Jovita) y Flavia Daniele (Licenciada en Ciencias Políticas, de Villa Huidobro) en su libro La misteriosa princesa del Roc”, escrito en pandemia, se encargaron de echar luz sobre los aspectos poco conocidos de la vida de esta princesa que también levantó un castillo en aquellas tierras, más grande aún que el de Epecuén.
Lograron ratificar mediante archivos que Ernestine nació en Francia el 6 de febrero de 1874, en Fontenay Le Comte y que pidió el divorcio de su primer matrimonio en el año 1905. En 1911 se casó con quien le otorgó el título de princesa, el príncipe ruso Mestchersky.