Los pensamientos intrusivos son cogniciones y sensaciones que aparecen de manera automática, y que, muchas veces, nos generan malestar o ansiedad. Son habituales en cuadros de ansiedad, depresión, etc, y su nivel de intensidad puede variar bastante.
El poder “desactivarlos”, es un proceso de entrenamiento, que comienza cuando nos hacemos conscientes de los mensajes que nos damos en esos momentos, y en qué situaciones es más habitual que surjan. Por eso, siempre hacemos alusión al papel activo que debemos tomar a la hora de enfrentar cualquier situación.
Pueden darse como mensajes de autocastigo, por ejemplo, “no hago nada bien”, o “todo es culpa mía”. O como preocupación por el futuro u otras personas, por ejemplo, “nunca voy a encontrar trabajo”, “todo va a salir mal”. Además de lo que pueden generarnos en el momento que aparecen, a largo plazo, pueden provocar: imagen negativa sobre nosotros mismos; aumento de la indecisión y la inseguridad; dinámicas de dependencia o codependencia; tendencia a las conductas evitativas o impulsivas; aumento o mantenimiento de los cuadros clínicos.
Para facilitar este proceso, nos podemos hacer las siguientes preguntas: ¿Qué me digo a mi misma?; ¿Dónde lo aprendí?; ¿Me ayudaba cuando me lo decían?; ¿Me gustaría que me lo dijeran ahora?; ¿Qué le diría yo a alguien que quiero?; ¿Me ayudaría decirme eso a mí? Y es que los mensajes que recibimos de las figuras de referencia a lo largo de nuestra vida pueden condicionar el cómo nos hablamos a nosotros mismos y convertirse en pensamientos intrusivos ante situaciones estresantes que nos disparen ciertas emociones, como por ejemplo la culpa.
Por eso, si notamos que no podemos controlarlos nosotros mimos, o que son muy intensos y recurrentes, lo ideal es buscar ayuda para tratar de darle otra significación.
Ante cualquier inquietud, no dudes es escribirme para un encuentro virtual o presencial.
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