En los últimos tiempos, se han incrementado los casos, (sobre todo en adolescentes), donde la comparación es “moneda corriente”, llevando así a desencadenar conflictos en la persona en cuestión. Las redes sociales, tienen un fuerte impacto en la autoestima.
Para saber cómo nos va en nuestra vida, hemos adoptado la costumbre de utilizar la vida de los demás como “vara” de medir. Ésta comparativa, nos pone en desventaja por dos razones; en primer lugar, la vida que se muestra en las redes sociales está endulzada mostrándonos vidas, personas y cuerpos que no son acordes a la realidad; y por otro lado, comparamos nuestros defectos o debilidades con las virtudes de las otras personas.
Desde chicos, tenemos la comparación presente: ¿Por qué no sos como tu hermano? ¿Por qué no sos como tus compañeras que se sacan tan buenas notas? ¿Por qué no aprendes de los demás? Todo esto sin mencionar que vivimos en una sociedad comparativa y competitiva, vivimos “corriendo una carrera” para ver quién logra más cosas, o quién vale más. Queremos alcanzar ideales creyendo que la felicidad está una vez que los conseguimos.
Esto, solo nos aleja de valorar nuestros logros y virtudes, de apreciar quienes somos como personas y sobre todo, de nuestra felicidad. Hemos perdido la batalla en el momento en que ponemos en manos de las redes sociales nuestra vida personal. No importa el éxito, los seguidores o los me gusta. Nada de eso nos define. No son más que “fachadas” de una realidad que no existe. Tomemos las redes sociales como una vidriera, no como la vida real. Y hagamos que nuestra mochila pese cada vez menos, dejando de lado esos ideales.
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