(Por: Patricia Gorza) La desigualdad es uno de los grandes problemas a los que nos tenemos enfrentar. Somos un país con grandes desigualdades sociales. Durante los últimos años en nuestro país nos quisieron hacer creer que había una política de estado totalmente comprometida con la inclusión y la igualdad de oportunidades cuando en realidad lo que se ejecuto fue un plan sistemático de asistencialismo con el solo fin de manipular a los sectores más vulnerables a cambio de un puñado de votos cautivos. Cuando lo que está en juego es la supervivencia poco importa la corrupción, el robo descarado de las arcas pública, los negociados de los empresarios o el sindicalismo que en su gran mayoría tiene dirigentes millonarios con trabajadores que hacen malabarismos para llegar a fin de mes.
Nuestra ciudad no es ajena a estas desigualdades, aunque mal les pese a la mayoría de los nuevejulienses que prefieren pensar que estas cosas solo pasan en algún lejano paraje del norte argentino.
La realidad nos golpea, pero solo a los que queremos verla, hace pocos días, en una visita a una localidad que está a solo 10 km de la plaza principal de nuestra ciudad nos encontramos con el cachetazo de la realidad, chicos con desnutrición, asistidos por los docentes de una escuela que sobrevive como puede gracias a la calidad humana de la directora y un par de maestras. En el corazón de la Pampa Húmeda, repito, a 10 cuadras de la plaza principal de una de las ciudades con poder adquisitivo más alto de la zona hay chicos con desnutrición. Cuesta creer que de esta realidad no tengan conocimiento nuestros gobernantes, y ahí es donde uno se pregunta, si no tienen conocimiento de estos casos, y este es solo un ejemplo, ¿cómo es posible que uno espere políticas de inclusión? Me hablan de mérito, la famosa meritocracia, y me vuelvo a preguntar, cual es el merito de un chico que tiene acceso a una educación, esparcimiento, deporte y algo tan básico como una alimentación adecuada, contra aquel que lo único que puede pensar cuando está en el banco del colegio es que pase la hora para poder comer el que va a ser su único plato de comida del día. ¿Cuál es el mérito? ¿Nacer en la familia adecuada? ¿Dónde está el trabajo de las asistentes sociales que deberían volver todos los días al municipio antes del cierre con los zapatos llenos de barro? Creer que estas cosas se solucionan desde un escritorio es de mínima una falta de respeto y sin embargo sucede. La otra parte de esta historia está relacionada con la hipocresía, estos chicos de los que hoy hablo son hijos de peones rurales que trabajan para algunos de los destacados productores miembros de la entidad agropecuaria estrella de nuestra comunidad, los mismos que hablan de solidaridad y juntan choclos en familia permiten que esto suceda bajo sus propias narices bajo la excusa de que estas personas viven así porque es cultural y que no saben vivir de otra manera. Como sea la única verdad es la realidad y la realidad duele, aunque claro esta no nos duele a todos por igual.
¿Y entonces qué hacemos? ¿Qué hacemos todos aquellos a los que nos duele de verdad la desigualdad, la injusticia, el desamparo? ¿Protestamos? Nos evadimos mirando a Tinelli? ¿Nos comprometemos a cambiar la realidad? Me quedo con la última opción, comprometernos es el único camino mediante el cual podemos cambiar la realidad de todos los días. ¿De qué manera? Cada uno de ustedes sabrá cual es la forma que más se ajusta a su forma de ver la vida, el futuro y el país que sueñan, sea cual sea no dejen que nada ni nadie los paralice con discursos ni de promesas ni de esperanzas ni con comentarios negativos que tanto abundan. Si cada uno de nosotros ponemos nuestro granito de arena el día a día de muchas personas que la pasan mal puede ser diferente y nada mejor que las palabras de la madre Teresa de Calcuta ¨ A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar seria menos si esa gota faltara¨.