Hay dos cosas sin límites en el mundo: El universo y la imaginación. Y del primero no estoy tan seguro. Albert Einstein.
Se llama Tomás Ostachi y tiene once años. Su curiosidad por la electrónica aplicada en robótica hizo que hoy una vez por semana concurra a la escuela técnica y trabaje, codo a codo, con los profesores en el programa de modernización de los semáforos.
Va al Colegio Jesús Sacramentado. Y desde hace algún tiempo comenzó a utilizar internet para inmiscuirse en los primeros pasos de la electrónica aplicada en robótica. Su curiosidad, sumada al apoyo familiar, hizo que también a través de internet consiguiera su primer kit. “Me crucé con un video de electrónica en robótica y empecé a ver cómo era todo. El 31 de diciembre de 2015 me pedí mi primer kit de electrónica por Mercado Libre en Mendoza y empecé a experimentar. “Hice un auto a control remoto con bluetooth. Como anduvo, le hice varios cambios…”, explicó el joven inventor.
Con la primera innovación, a la que Tomás llama “mi primer cambio”, llevó el auto a la Escuela Técnica donde estudia su hermano mayor, para mostrárselo a los profesores. “Me mostraron cómo son los semáforos que construyen y cómo los controlan y toda la electrónica. Después me invitaron a que vaya un lunes para que vaya a ayudar a los profesores”, explicó el niño.
A partir de entonces concurre todos los lunes para “ayudar a los profesores”. La pregunta fue inevitable: ¿vos le enseñas a los profesores?. Y la respuesta, aunque se preveía, no dejó de ser menos sorprendente: “A veces”, dijo Tomás con una sonrisa que ya tiene decidido lo que estudiará a futuro: ingeniería robótica.
Antes de las vacaciones de invierno, los profes con acertada visión, le propusieron un nuevo desafío: que realizara dos semáforos que se comunicaran entre sí a través de radiofrecuencia. Y en eso está. Aunque aún no lo logró, no teme a las limitaciones. El “no se puede”, parece no existir dentro de su vocabulario. “Todos los días en mi casa lo estoy probando”, explicó.
Desde mucho más pequeño ya se intuían sus gustos. Pasaba largas horas desarmando y armando objetos. “En realidad desde muy pequeño siempre tuvo una faceta artística. Siempre lo noté distinto: le gusta mucho la música y todo lo que es crear, inventar, investigar… Creo que todo parte desde allí: siempre le gustó desarmar y ver qué tenían las cosas adentro”, describe así su mamá, Marina Vivani, las características peculiares que detectó en su hijo, al que decidió acompañar en todos sus nuevos desafíos, junto a su papá, Marcelo Ostachi.
“Además tenía un mundo mucho más hermético. Siempre estaba como más allá de todo. A veces yo me planteaba qué pasaba con todo lo demás, qué pasaba con su niñez, porque veía que no tenía los mismos intereses que los chicos de su edad”.
¿Dónde está el secreto? ¿En la motivación innata o en brindar los estímulos correctos? ¿ En la sucesión de casualidades o de causalidades? ¿Acaso en la curiosidad sin límites? La respuesta es difícil de encontrar. Lo cierto es que Tomás tiene a su hermano mayor, que cursa el quinto año en la Escuela Técnica y que también tiene cualidades que ya lo han distinguido para algo más. “Lo vieron a Manuel como muy buen emprendedor y ahora trabaja en el proyecto de reparación de órtesis y prótesis del proyecto del Club de Leones”.
A sus inquietudes iniciales , Marina asegura que hoy ve todo con mucha más calma. “Tomás no pierde su niñez y juega como cualquier chico. Tiene amigos de todas las edades, también grandes”, asegura. “En realidad todo se dio. Un día fue a la escuela y jugando lo mostró. De allí atrajo la atención de los profesores”, asegura Marina y no puede resaltar algunas de las bondades de la Escuela Técnica. “Es una escuela que está abierta a todos, eso es lo más rescatable”, opina.
Las oportunidades para este niño genio de 11 años siguen apareciendo. A raíz de la compra de su segundo kit de robótica se abrió una nueva puerta. “Lo compramos en Buenos Aires, en donde justo, quienes preparan estos kits son estudiantes de ingeniería robótica y lo invitaron para ir todos los sábados, donde se reúnen para hacer inventos, a unirse a ellos”, agregó Marina que reconoció que aún no han ido pero que todo es cuestión de tiempo.
“Hoy Tomás está haciendo primaria y secundaria simultáneamente, esto es más típico de países avanzados”, ironiza su mamá. Y quizás mucho más porque su capacidad creativa continúa a diario. Entre sus inventos está la de prender la luz de su habitación, a través de una tarjeta de radiofrecuencia y ahora está en pleno proceso de idear un sensor de lluvias para disminuir la velocidad máxima que establecen los semáforos nuevos. Todo un pequeño gran inventor que deja claras muestras que las potencialidades en los niños son como la imaginación: si se motivan y se canalizan a tiempo, no tienen límites.