Las empresas cebra serán una herramienta importante en el nuevo contexto latinoamericano, superando a los unicornios.
(Por Lic. Gonzalo Merlo)
Hay ecosistemas de emprendimiento que se ven más frondosos porque son artificiales, reciben abonos y pesticidas, porque están retocados con Photoshop o porque el juego de comparación simplemente no nos permite ver las cosas con claridad; no obstante a eso todos llevan un esfuerzo muy grande y nada es mágico.
Habitualmente los emprendedores latinoamericanos ven tradicionalmente a Silicon Valley, pienso en lo mucho que nos estamos perdiendo al mirar hacia allá como si fuera de alguna manera mejor que lo que tenemos aquí. Silicon Valley y las empresas más importantes que nacen sobre sus cimientos son a menudo consideradas unicornios – entes míticos con misiones estratosféricas y el capital de riesgo para probarlo.
Puede parecer que, como emprendedores latinoamericanos, nuestro objetivo debería ser aspirar a cualquier combinación de cualidades que lleve a esas empresas al éxito y notoriedad, pero ¿y si les dijera que el verdadero trabajo no debería ser tratar de emular su proceso, sino en lugar de honrar nuestros procesos locales?
Desde hace un par de años, nació en los círculos de startups la metáfora de las “empresas cebra”, que en contraste a los unicornios, son reales, crecen en colectivo y ancladas firmemente en sus comunidades. La historia empresarial de América Latina está llena de ejemplos de aguante, innovación y resiliencia que no se puede aprender ni enseñar en webinars – se lo tiene que vivir plenamente. Tenemos una historia que no solo nos anima a ser las cebras del mundo empresarial, sino que nos recuerda que ya somos esas cebras, solo tenemos que elegir adoptar esta narrativa a mucha honra.
Nuestros países han visto revoluciones políticas, desastres naturales e inestabilidades monetarias, y aun así nuestros bienes y servicios no colapsan. Si bien Silicon Valley ha construido una base para sus negocios que a menudo cuenta con el respaldo de su gobierno, nuestra infraestructura es diferente, pero no por eso peor.
Es posible que las empresas latinoamericanas y los emprendedores que eligen innovar dentro de nuestros países no siempre cuenten con el apoyo de nuestros gobiernos o cuenten con métodos de rescate, pero tienen una comunidad y un centro de valores que se mantiene fiel sin importar las circunstancias.
Una de mis citas favoritas es la de Humberto Maturana, un filósofo chileno, quien dijo frase: “Lo más importante de la innovación es lo que se quiere conservar…” La pandemia de COVID-19 ha sido un excelente ejemplo de cómo adaptarse a nuevas circunstancias centradas en lo que no cambia ha beneficiado a una empresa como la mía y a nuestra comunidad.
Cuando empezó la pandemia global, se financiaron para incubar y acelerar a emprendedores que construyen empresas que tienen un impacto positivo en nuestras comunidades y en el planeta. En medio de la emergencia sanitaria se tuvo que aprender a satisfacer la demanda del mercado, que ahora buscaba menos espacio físico y más lo que sucedía de manera intangible entre las paredes de ese espacio: nuestra comunidad necesitaba su comunidad. Se crearon soluciones para apoyar a las agencias de la ONU, las ONG y la OMS en los desafíos relacionados con la pandemia en torno a la violencia de género, la falta de vivienda y la migración.
Estas acciones demostraron que hay tremendo poder cuando nos enfocamos a largo plazo de ser una cebra en un mundo de unicornios y apetitos por recompensas rápidas. No siempre es la forma más sexy de hacer crecer un negocio, pero veo longevidad en esta narrativa porque se basa en personas y comunidades que están dispuestas a ayudar a mantenerla.
La mentalidad de cebra se confirma en este ejemplo: tres fundadores de una plataforma de telemedicina que atendían a un segmento de clientes de alto nivel pasaron seis semanas trabajando en turnos dobles para cambiar sus servicios y servir a los clientes de la base de la pirámide, después de darse cuenta de que las poblaciones en riesgo tenían un acceso aún más limitado a la atención médica.
Otro ejemplo es un supermercado online mexicano, cuyos fundadores podrían haberse centrado únicamente en aumentar su base de usuarios durante la pandemia, decidieron continuar el aspecto humano de su empresa y construyeron una plataforma especial para clientes ancianos para recibir pedidos por teléfono para quienes no utilizan smartphones ni aplicaciones.
Como empresa cebra, la presión deja de enfocarse que escalar y adquirir usuarios a cualquier costo; y, en cambio, se centra en la posibilidad de proteger y cultivar semillas en nuestras comunidades que ayudarán a reconstruir y conservar nuestra región una y otra vez.
Con esta nota no estoy haciendo apología contra de las empresas que siguen el modelo unicornio, solo espero que los emprendedores latinoamericanos sepan que un modelo unicornio no es la única forma de construir una empresa. Lo más importante es que, en lugar de intentar construir una base completamente nueva para hacer que los unicornios sean viables en nuestros países latinoamericanos, tal vez deberíamos usar la base que ya tenemos y ver a las cebras prosperar como motores de reconstrucción económica, esta vez centrada en nuestras comunidades.