Todo aquel que trabaje la tierra sabe que al plantar una semilla, el futuro de la misma está en manos de la naturaleza. No solo es cuestión de tiempo, de clima o de dedicación sino que la fundamental respuesta, a lo que conlleva colocar un pequeño grano sobre un surco de tierra dispuesta para ser refugio de las raíces, es que a su ritmo el crecimiento será forjado por el carácter natural de esa planta y ese suelo. Es una cuestión biológica el efecto que uno hace sobre el otro, de la misma forma como nosotros forjamos nuestro destino con el amor que depositamos en cada lugar por donde transitamos. Somos un semillero sembrando pequeños cambios que darán sus frutos en pos del futuro, dejemos raíces fuertes y plantemos esperanzas.
Cada uno de los que trabajan en la Reserva agroecológica Doña Esperanza, en el Soberbio Misiones, lleva la semilla de cambio con voluntad y pasión. Esa fué mi apreciación al charlar con Aníbal Sena. Él es regente institucional de las Tecnicaturas en Agroecología, las bases técnicas de la experiencia que se brinda en las 60 hectáreas de monte y selva misionera. Este espacio de tierra fue donado por el docente Lic. Raúl Aramendi y Marita Ramoz, su esposa, quienes dieron inicio a la misión de formar a los estudiantes y crear un espacio abierto para la comunidad local y regional. Esta reserva es el aula activa del INSTITUTO MULTIVERSIDAD POPULAR que se funda a partir de dos ONG la CEMEP y ADIS, que juntas se propusieron como un espacio educativo y cultural. El sueño que cumple 25 años de historia promueve un diálogo fructífero y respetuoso entre todos los saberes, bajo un criterio Agroecológico. Se trabaja con la línea de este modelo productivo ya que es transversal en el plano social, ambiental y ecológico siendo en el país el primer instituto bajo estas características agroecológicas. El centro educativo dicta tecnicaturas como la Tecnicatura Superior en Ecología Urbana y la Tecnicatura Superior en Agroecología, dos carreras que tienen enfoque socio comunitario brindando asesoramiento y asistencia a las demandas de la población que surgen desde las problemáticas ambientales.
Los proyectos que se embarcan desde la reserva Doña Esperanza se convierten en herramientas para la reconversión productiva de los productores zonales que desean emprender el camino hacia la agroecología. Esta es una tarea conjunta la cual se basa en desarrollos académicos, científicos y productivos para valorar el trabajo humano y la conservación del medio ambiente. Este espacio es sin duda la utopía realizada de muchos que trabajan desde lo llano por una comunidad inclusiva y multicultural formando los pilares del mañana. Anibal habla de la reserva y de su función como docente desde la pasión que acarrea, como presumo que lo hace la mayoría de su equipo técnico. Son personas que profesan una relación con la selva totalmente sustentable, que le ponen amor a cada experiencia y que requieren de una cualidad humanitaria superior. Defienden la selva, su conservación; y comparten los conocimientos como pilares para un futuro en movimiento. Dar a conocer este tipo de actividades es imprescindible para su permanente desarrollo, afianzando las capacidades de conservación de la tierra y fortaleciendo la continuidad productiva y tecnológica de los productores que se mantienen arraigados a la tierra que conocen. En Aníbal no pude encontrar ni un vestigio del profesor de ciencias económicas al que creí que iba a entrevistar, por el contrario ese porte de números, balances y estadísticas, típico de un matemático, no era acorde a su semblante. Lo distinguí como un hombre de campo, amante de la naturaleza, esposo, padre y por sobretodo un educador de alma. Una especie más de esa selva que lleva como bandera, creo, que como todas las personas que trabajan junto a él, plantan las semillas de un mundo mejor.
La receta de hoy es la tan sabrosa SOPA PARAGUAYA.
Ingredientes
- 400 g de harina de maíz
- 1/2 kilo de queso cuartirolo
- 1/2 kilo de cebolla
- 1/2 litro de leche
- 5 huevos
- 100 g de manteca
- Sal, a gusto
Preparación
Precalentar el horno a fuego medio. Cortar la cebolla en tiras y dorar con un poco de aceite. Dejar enfriar. Mezclar en un bowl la harina de maiz con la leche, el queso en cubitos, los huevos, la manteca derretida y la cebolla dorada. Colocar la preparación en una fuente enmantecada y hornear de 30 a 40 minutos, hasta dorar la superficie. Desmoldar y cortar la sopa en pequeños cuadrados.