Es frecuente entre quienes sufrieron un ACV (se presenta en cerca de la mitad de los casos), pero también puede ser consecuencia de otras enfermedades.
Las dificultades para tragar afectan sobre todo a personas de edad avanzada o con condiciones o enfermedades que dificultan su autonomía para alimentarse. Esta situación puede tener consecuencias severas, que van desde la malnutrición y neumonía por aspiración de pequeños alimentos que pasan al tracto aéreo, hasta riesgo aumentado de muerte.
“Existen determinadas señales de alarma a las que tenemos que prestar atención para sospechar un posible cuadro de este tipo: atragantamiento o tos durante o después de las comidas, ronquera o afonía, babeo, presencia de residuos en la cavidad bucal, pérdida de peso y fiebre e infecciones recurrentes”, refirió Valeria Ton, Doctora en Fonoaudiología y presidenta de la Asociación Argentina de Disfagia (AAD).
Si un paciente de estas características no se encuentra bien nutrido, experimentará una disminución progresiva de su masa muscular y puede desarrollar problemas a nivel óseo; estos dos puntos van a condicionar su autonomía, incrementar su riesgo de caídas, y -si es una persona que sufrió un ACV, una cirugía o tuvo una internación prolongada, impactará negativamente en su posibilidad de realizar la mejor rehabilitación motora posible. Es necesario indicar una dieta rica en proteínas para mejorar el volumen y el tono muscular durante la realización de las distintas terapias de rehabilitación.
Identificación a tiempo
La identificación de problemas deglutorios a tiempo es muy importante, ya que un buen manejo nutricional en estos casos se asocia con la disminución de complicaciones clínicas, discapacidad, mortalidad, costos de internación y rehabilitación.
“Para la atención nutricional de pacientes institucionalizados y/o con deterioro cognitivo, se recomienda registrar por escrito la ingesta de alimentos y de líquidos durante una semana y cotejar lo ingerido con los requerimientos nutricionales indicados para su estado general de salud. En pacientes ambulatorios, se recomienda la educación de familiares y personas que asisten al paciente para la identificación de cambios de su estado de alerta o en su conducta y actitud alimentaria”, refirió María Laura Ferreira, nutricionista del Hospital General de Agudos ‘Dr. Cosme Argerich’, miembro del Equipo Interdisciplinario de Disfagia de esa institución y miembro del grupo de estudio de Disfagia de la Asociación Argentina de Nutrición Enteral y Parenteral (AANEP).
“Una vez que se sabe que el paciente tiene un trastorno deglutorio, habitualmente se ve cuál es la envergadura, porque hay personas que pueden tener un trastorno deglutorio frente a los líquidos, pero deglutir adecuadamente alimentos con otra consistencia, como sólidos o semisólidos. En estos casos, se modifica la consistencia de los líquidos para evitar que se aspiren alimentos hacia el aparato respiratorio”, explicó Ton, quien también es Jefa del Servicio de Fonoaudiología Clínica de la Clínica de Internación Aguda en Rehabilitación y Cirugía (CIAREC) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Algunas de las herramientas para tratar la disfagia son adecuar la viscosidad y consistencia de los alimentos y bebidas a la capacidad deglutoria, ofrecer alimentos de volumen reducido y alto aporte calórico-proteico, considerar la suplementación vía oral para prevenir la malnutrición o tratarla una vez instalada, y -si es necesario- instaurar soporte nutricional (vía oral + enteral o enteral exclusiva). (Vida y Salud Hoy)