Los niños ven el mundo como una proyección a través de los ojos de aquellos que los guían, nosotros, como adultos, somos los encargados de abrirles la puerta a lo desconocido, creando la confianza y el amor desde nuestras enseñanzas. Percibir la admiración que fluye naturalmente por las maravillas de cada descubrimiento o aprendizaje es sin duda la energía más satisfactoria que un adulto puede crear. Los pequeños están al acecho constante de lo nuevo, esa semilla por conocerlo todo la sembramos nosotros desde la perspectiva de cada experiencia vivida. Somos portadores de la fe que ellos van a profesar en su paso por la tierra y eso nos convierte en responsables por la forma en que les mostramos el mundo que creamos. Forjamos vida y esa vida también es parte de la naturaleza. Creamos una armonía entre lo que nos da la tierra, lo que nosotros le brindamos y la conciencia de cuidado en las futuras generaciones. Conservemos la tierra que nos nutre hoy para los que vendrán, y eduquemos con conciencia para las futuras generaciones.
Crecer en el campo, sin duda, forma el temple de una persona. El sonido de nuestros recuerdos, los aromas y las vivencias son asociados a la tierra, a los animales y la naturaleza. Tener el arraigo a la tierra es el sentimiento que descubrí de la mano de Perla Schulz. La conocí junto a su mamá en una actividad sobre la producción de sandías en la provincia de Misiones. Punto aparte el tamaño de cada una de las frutas que venían de su chacra y el color rojo preponderante que hipnotizaba a cada uno al pasar. Esta pequeña de casi 18 años se dispuso a la charla y sus anécdotas y todo lo glorioso que crecía en su tierra, merecía ser venerado. Se la percibió muy apegada a su mamá, esa simbiosis que se nota desde lejos. Creo que descubrí el brillo de los ojos de Patricia Parra al escucharla hablar. Esa admiración fuerte es la que toda mamá rescata desde el momento que ve a su hija tan inmensa, el amor se escapa por cada poro de nosotros y es ahí donde te das cuenta que esa pequeña es el reflejo de su padres.
Perla, junto con su familia, es parte de la población que reconoce la dedicación de su mamá y su papá Hilario Schulz, el acompañamiento de su hermano y el confort de tener a la familia cerca. Su producción es diversificada, ella es todo terreno en el campo, se predispone a todos los trabajos que hay por cumplir desde la mañana y ayuda a la par. La naturaleza tiene ese condimento, mantiene la expectativa y la incertidumbre por el fruto que va a llegar. Me comenta que vive cada experiencia con mucha emoción porque valora el trabajo de cada integrante de su familia. La chacra es un medio de vida y todo lo se aprende es valor, ayuda y compañerismo. Su producción tiene más de 20 años. Ella sintió el aroma de la tierra desde su nacimiento y la dedicación de todos es el fruto de su trabajo.
Perla, como muchas niñas, crece en el campo con la satisfacción de hacerse eco del trabajo de sus padres. En la chacra se forman mujeres empoderadas porque se transmite naturalmente, esa forma de mirar el mundo, la que muchas veces debemos preservar.
La receta de hoy es una de las Perla que aprendió de su mamá el pan casero.
Pan Casero
Ingredientes
- 1 kg harina
- 200 g grasa vacuna
- 1 sobre levadura
- c/n agua tibia
- sal
- azúcar
Procedimientos:
Realizar una corona con harina, en el centro la levadura, agua y una cucharada de azúcar para ayudar al fermento, alrededor de la corona ponemos la sal. Y luego la grasa, amasamos y dejamos descansar. Dividimos la masa en 4, desgasificamos bollamos y dejamos fermentar tapada con film o nylon de nuevo. Ya leudados estiramos con palote o a mano y enrollamos, formando las flautas. Ponemos en asadera y hacemos unos cortes para que quede lindo, crocante y leude mejor, tapamos y dejamos leudar al doble.
Llevamos a horno 200° unos 20 min. Yo lo paso al piso del horno para dorar la costrita superior.