Los logros cumplidos son la recompensa de nuestro trabajo diario. Ver concluir los sueños en proyectos sólidos es la fuerza que nos moviliza a hacer de ese trabajo una cotidiana bendición. No muchas personas tienen esta dicha, pero todos pueden crear un ideal de futuro hecho de lo que amamos, anhelar que esos proyectos sean nuestro sustento y que se transformen en un modo de vida más que una responsabilidad asalariada. Todos contamos con la dicha de soñar.
Mucho fue lo que me transmitió Marcela Rodríguez en nuestra charla, ella es productora de azúcar rubia orgánica de la localidad de San Javier en Misiones. Me contó de sus comienzos, sus labores, las dificultades que tuvo y tiene que sortear, pero lo que principalmente me transmitió es el amor por el trabajo, por la constancia y su perseverancia en todo lo que proyecta. Descubrí en ella una mujer emprendedora. Marcela es una impulsora del trabajo, cree en que las acciones de uno hacen una cadena de labor para otros. Se presentó como madre, mujer de raíces misioneras y de corazón pujante. Nació en San Miguel provincia de Buenos Aires, por cuestiones del destino, ya que sus padres eran misioneros que emigraron por trabajo hacia esa localidad, donde se conocieron y pronto formaron una familia de tres hijos. El momento de volver a su lugar vino de la mano de su abuelo, productor cañero, que le ofrece a su padre trabajar junto a él como una gran oportunidad de progreso. Se siente una misionera más, creció en la misma ciudad en la que hoy vive junto a su hija y su pareja Carlos Cubichen. Su padre Miguel, aun hoy la acompaña en la producción de caña de azúcar. Los campos que son los que contienen la producción son de su propiedad y desde sus comienzos fueron certificados como orgánicos, libres de agroquímicos y los secunda una quinta de naranjas.
Esta mujer polifacética tiene una vida de llena de historias, su lazo con el trabajo fue siempre pensando en el otro y para el otro. Es una mujer que es centro de su propia historia, se dedicó por muchos años a varios comercios. Crió a sus hijos con el lucro de su trabajo y con el empeño de brindarles todo lo que necesiten. Les fomentó la dicha de reconocer el trabajo propio y el de los demás, el valor de su labor y a ser responsables de ellos individualmente. Hoy esa forma crianza es la que la hace sentir orgullosa de lo que les inculcó. Hoy sueña con un futuro donde ellos puedan seguir este legado y donde este modelo de producción sea una referencia para los demás productores.
El ingenio que está en crecimiento es un sueño que se gesta con ayuda de todos, así lo reconoce Marcela, este sueño es compartido junto a su familia, vecinos de la localidad y principalmente quien la acompaña en la ejecución del proyecto, el ingeniero Benjamín Larrosa. La planificación de un ingenio azucarero de características orgánicas y con visión a lo agroecológico es un plan ambicioso. La expectativa es que sea un modelo de réplica, el trapiche que se utiliza es otro impulso para los demás productores de la zona ya que es el epicentro del azúcar en la provincia. Sirviendo así como modelo de actividad educativa para las escuelas agrarias de San Javier y sus al rededores, fomentando otros rubros como sustento de estas industrias, donde los comercios puedan ser agentes secundarios de producción. El mayor sueño de Marcela es que su producción de azúcar esté al alcance de todos, que el fruto de su trabajo esté presente en la mesa diaria de muchos argentinos.
La receta de hoy es de garrapiñada de maní con azúcar rubia.
Ingredientes
- 1 taza maní crudo
- 1 taza azúcar rubia
- 1 taza agua
Usamos la misma taza para los tres ingredientes.
Procedimiento:
En una olla de cobre o de fondo grueso poner el maní, azúcar y agua.Llevar a fuego medio revolviendo constantemente con cuchara de madera hasta que el agua evapore por completo y se transforme en un azucarado opaco. (nunca dejes de revolver).Bajamos el fuego y seguimos revolviendo constantemente hasta que el azúcar tome color ámbar brillante y se pegue al maní. Con mucho cuidado volcamos las garrapiñadas sobre una fuente amplia de manera que no queden amontonas hasta que enfrían. Todo este proceso dura entre 15 a 20 minutos.