Muchas veces saltar al vacío es solo cuestión de segundos, es perder el miedo a lo desconocido, es arriesgar esa mínima fé que se delibera entre el temor y la valentía por creer en algo incierto. Saltar, arriesgarse, afrontar algo ignorado, perder el miedo… son esas cuestiones que se nos cruzan entre el segundo antes de crear una revolución, al posterior de haberlo cumplido. Pero, ¿por qué lo hacemos? Porque hay un músculo de nuestro cuerpo que nos da el envión que necesitábamos para concretar el acto que nuestro deseo venía imaginando.
Más allá de ese camino que se cruza entre el deseo y la acción, está el motor, el impulso o la propulsión que nos guía. Comúnmente ese impulso está plenamente cargado de amor. Este es el impulso con mayor intensidad que nos hacer sortear los obstáculos más impensados, nuestros mayores miedos y aun así tener la convicción de que todo va a estar bien. En las palabras de Mirta Arguello se percibe este estímulo en la realización de su proyecto de la producción de hongos gírgolas. Este emprendimiento familiar inusitado por estas latitudes, se está gestando desde hace 1 año con el apoyo incondicional de los hijos de Mirta. El orgullo de ser únicos en dedicarse al cultivo de este tipo de productos en la zona, es un plus extra para sentir fuerzas día a día para aprender y descubrir las propiedades de este hongo.
Quien dio rienda con este emprendimiento fueron sus hijos Pablo y David Gómez. Ellos estaban haciendo talleres dictados por la secretaria de Agricultura Familiar en la zona de Oberá y a partir de entidades como IMiBio (Instituto Misionero de Biodiversidad) se capacitaron todos en este cultivo. Como madre siente que acompaña, que los varones de la familia son los que llevan adelante el negocio, aun así creo que el amor de madre cobija y mantiene el trabajo de todos.
Mirta me hace una explicación casi magistral de todo el proceso. Este es un cultivo de carácter limpio que no necesita una dimensión de terreno extenso para su producción pero tiene una serie de procesos que requieren de lugares con humedad controladas. Etapas donde el proceso necesita oscuridad y momentos donde el hongo necesita luz para su desarrollo. El monitoreo del ambiente debe ser minucioso, la temperatura y el riego es fundamental para la activación del fungí. Todos estos procesos son necesarios para lograr una producción óptima y con gran caudal de frutos para la posterior venta. La familia no solo es la encargada de cultivar y cosechar este producto, también elaboran las conservas y las distintas presentaciones de los hongos. A pesar de que es un cultivo controlado con respecto al espacio que necesita, la familia invirtió en maquinarias y elementos necesarios para una producción en serie, rentable y provechosa en cantidad. Adquirieron una bomba de agua para mantener la humedad de las bolsas donde se germinan los hongos, adaptando estanterías para la disponibilidad de las mismas. Implementaron las bolsas de polipropileno que resisten las altas temperaturas y hasta lograron adquirir un horno deshidratador para secar cada gírgola pensando en la posterior venta para mayor provecho de la producción.
Ver salir por la bolsa desde cada orificio los ramilletes de hongos, verlos crecer y formarse, presenciar el cultivo como un proceso finalizado de mucho esfuerzo y dedicación es lo que impulsa a esta madre que codo a codo sigue este emprendimiento familiar proyectando un próspero negocio, donde los turistas y en principio todos los misioneros puedan disfrutar de este producto con alto valor nutricional. La característica principal de esta producción es el aporte a la introducción de un producto no convencional pero que al ser producido en la zona va a llegar a muchos. Esta familia Misionera es un ejemplo a seguir para el desarrollo no solo de la industria sino también como reflejo del camino a seguir por otros, creciendo en pos de perpetuar los sueños.
Ingredientes
- 150 g de gírgolas
- 3 huevos
- ½ kg de pan rallado
- Orégano fresco
- 1 cucharada de ají molido
- Jugo de limón
- Sal
- Pimienta negra
Preparación
Batir los huevos condimentar con ají, orégano, sal y pimienta negra recién molida. Pasar por esta preparación las gírgolas enteras. Escurrir, empanar y reservar en la heladera. Freír las milanesas y servirlas junto con ensalada. Acompañar con el aderezo y jugo de limón.